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Santos Primo y Feliciano, mártires

Los hermanos Primo y Feliciano eran patricios romanos que abrazaron el cristianismo y se dedicaron a las obras de caridad, sobre todo a visitar a los confesores en las prisiones. A pesar de su celo, escaparon a la aprehensión durante muchos años, pero alrededor de 297, durante el reinado de los emperadores Diocleciano y Maximiano, fueron por fin capturados. Al negarse a ofrecer sacrificios a los ídolos, se les azotó y se les dejó en la prisión. Poco tiempo después, fueron conducidos a Nomentum, una ciudad situada cerca de veinte kilómetros de Roma, donde se los sometió a juicio en un tribunal presidido por el magistrado Promotus. Durante el interrogatorio se mantuvieron firmes en su resolución y, de nuevo, se los sometió a torturas. Después, ambos fueron condenados a morir decapitados. Tras la ejecución de Primo, que era un anciano de ochenta años, el juez trató de vencer la constancia de Feliciano por medio del ardid de hacerle creer que su hermano había cedido. Feliciano no se dejó engañar y él mismo animó a los verdugos para que le condujesen pronto al lugar de la ejecución. El mismo día fue decapitado.

Sobre la tumba de los dos mártires, en la Vía Nomentana, se edificó posteriormente una iglesia. En el año 640, el Papa Teodoro hizo llevar sus reliquias a San Stefano Rotondo, y se dice que aquella traslación fue la primera que se hizo de los restos de mártires desde una iglesia dedicada a ellos, fuera de los muros de Roma, a una basílica dentro de la ciudad.

La pasión de estos mártires, impresa en el Acta Sanctorum, junio, vol. II, tiene un carácter legendario, pero no hay duda de que los mataron por la fe y de que los otros cristianos los enterraron en el sitio señalado. Su fiesta se conmemora en el texto más antiguo del Sacramentarlo Gelasiano. Cuando se trasladaron las reliquias a Roma, bajo el pontificado de Teodoro, se representó a los dos mártires en un mosaico colocado detrás del lugar donde se veneraban sus restos; el mosaico existe todavía. Ver J.P. Kirsch, Der Stadtromische christliche Festkalender (1924), pp. 59-60.