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Santos Fidenciano, Valeriana, Victoria y diecisiete compañeros, mártires

Conocemos a estos mártires exclusivamente por el testimonio de san Agustín; sin embargo, no trae una alusión ocasional y aislada, sino que son varios los lugares de su obra donde se refiere a ellos. En Ciudad de Dios (XXII 8,9), por ejemplo, habla de la «tumba de los Veinte Mártires, muy célebre entre nosotros», como un lugar donde se obran milagros. En otros sermones hay alusiones rápidas, y los numerados como 325 y 326 -proclamados un 15 de noviembre, festividad de estos santos en Hipona- les están expresamente dedicados.

El propio san Agustín comienza su predicación señalando que lo importante de los santos no es glorificarlos a ellos, que no lo necesitan, sino alimentarnos nosotros con la imitación de sus virtudes. Por eso mismo, no se ocupa el santo Doctor de dejarnos, lamentablemente, un retrato de ellos o algunos otros elementos de conocimiento histórico. Nos enteramos de tres nombres, pero no para destacar las individualidades de los mártires (como haríamos nosotros), sino porque sus nombres le sirven a Agustín para un bello juego de palabras: «Así se nos ha leído la serie de los veinte santos mártires. Comienza con el obispo Fidencio y concluye la lista con la fiel mujer santa Victoria. Comienzas con la fe y acabas con la victoria.» (sermón 325, 1, hace derivar «Fidencio» de «fides»). La otra mártir, Valeriana, está nombrada en el contexto de niños, así que podemos suponer que era una niña, o joven.

En el nº 2 del sermón siguiente, el 326, también predicado, otro año, en la misma fiesta, reproduce san Agustín unas «actas» de juicio:


Juez: Sacrificad a los ídolos.
Mártires No lo hacemos, porque tenemos en los cielos al Dios eterno, a quien siempre ofrecemos sacrificios; nosotros no inmolamos a los demonios.
Juez: ¿Por qué, pues, os oponéis al sagrado decreto?
Mártires «Porque nuestro maestro celeste nos dice en el evangelio: «Quien abandone padre y madre, esposa e hijos y todo lo que posee por mi nombre, recibirá cien veces más y poseerá la vida eterna.»
Juez: Entonces, ¿no obedecéis a las órdenes de los emperadores?
Mártires No.
Juez: ¿Qué autoridad tendréis a vuestro favor cuando os veáis sometidos a los tormentos?
Mártires Tenemos la autoridad del rey eterno, y por eso no nos preocupamos de la autoridad de un hombre mortal.
Entonces -Concluye el relato- fueron enviados a las cárceles y cargados de cadenas.


Es difícil saber si estas «actas» son fragmentos auténticos que se han conservado (como ocurrió en el caso de otros mártires) o es un diálogo imaginario construido por el predicador para dar vividez a su narración; pero desde luego que si no es genuino, está al menos muy en consonancia con los modos de expresarse y el argumentario de los márties cristianos de los primeros siglos.

Todo el material que poseemos, tal como señalo en el artículo, proviene de san Agustín, de los lugares citados, que pueden verse, en castellano, en los tomos de BAC, Obras Completas, XXV, pág. 642ss (sermones) y XVII, pág 1651 (La Ciudad de Dios). Por lo demás, es una celebración introducida en el nuevo Martirologio en reemplazo de una más vaga en su referencia, que celebraba, en el Martirologio anterior, a unos mártires en África sin indicar nada sobre ellos.