SRYS,MÁR

Santas Rufina y Segunda, mártires

Lo único que sabemos de cierto sobre Rufina y Segunda es que existieron, que fueron martirizadas. y que su culto es muy antiguo. Sin embargo, según las «Actas», que carecen de valor histórico, Rufina y Segunda eran hijas de un senador romano llamado Asterio. Una de ellas estaba prometida a Armentario y la otra a Verino. Ambos jóvenes eran cristianos, pero apostataron durante la persecución de Valeriano. Las dos santas se negaron a seguir el ejemplo de sus prometidos y huyeron de Roma, pero su fuga se descubrió pronto. Rufina y Segunda fueron arrestadas cerca de Roma y conducidas ante el prefecto, Junio Donato. Éste trató de hacerles apostatar con amenazas y halagos. Como todo resultase inútil, mandó azotar a Rufina; entonces Segunda exclamó: «¿Por qué consideras a mi hermana digna de ese honor y a mí me juzgas indigna de él? Mándame azotar también, puesto que también yo he confesado a Cristo». Las dos hermanas fueron torturadas y decapitadas juntas. Una dama pagana, llamada Plautila, les dio sepultura a unos diez kilómetros de Roma, en la Vía Aurelia, y se convirtió al cristianismo por su ejemplo.

El sitio de la sepultura de las mártires se llamó en un tiempo «Silva Nigra» (Selva Negra) ; pero desde que las santas fueron sepultadas ahí, empezó a llamarse «Silva Candida» (Selva Blanca). Sobre la tumba se erigió una iglesia, y alrededor de ésta se formó la población de Silva Candida o Santa Rufina, que llegó a ser sede episcopal y cardenalicia. Las reliquias de santa Rufina y santa Segunda fueron trasladadas en 1154 a la basílica lateranense, cerca del bautisterio de Constantino. La iglesia romana dedicada a nuestras santas fue construida, según la tradición, en el sitio que ocupaba antiguamente la casa de Rufina y Segunda.

En Acta Sanctorum, julio, vol. III, se halla el texto de las actas. Véase también F. Lanzoni, Le origini delle diócesi antiche d´Italia (1923), y Delehaye, Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, p. 364.
Cuadro: «Martirio de Rufina y Segunda», de Julio César Procaccini y Juan Bautista Morazzone, óleo sobre tela de 1625, Pinacoteca de Brera, Milán.