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Santas Marana y Cira, vírgenes reclusas

El culto a las dos santas anacoretas es muy antiguo en la iglesia oriental, sin embargo en la latina no hay testimonio antes del papa Gregorio XIII, es decir, poco antes de que viera la luz el primer Martirologio Romano. En este último fueron inscriptas el día 3 de agosto, aunque sin verdaderas razones, ya que en los santorales griegos, de donde provenían las noticias, están invariablemente inscriptas el 28 de febrero. La última edición del Martirologio Romano ha corregido esto y las inscribe ya en su fecha tradicional.

Todo lo que sabemos de las santas proviene de la «Historia Religiosa» de Teodoreto de Ciro (m. ~460), quien las conoció personalmente. En esa obra, el obispo e historiador eclesiástico nos traslada ejemplos de lo que fue un vastísimo movimiento ascético monástico en Siria, del que nuestras dos santas formaron parte. Según el autor, aunque eran de cuna acomodada, y habían recibido una formación acorde a su condición, es decir, a pesar de que habían sido preparadas para vivir en el mundo, las dos decidieron dejarlo todo para unirse a la vida penitencial que llevaban algunos hombres y mujeres de la región. Construyeron entonces una celda estrecha, con tan solo una ventana para recibir la comida, y sin techo, de modo que quedaban expuestas a las inclemencias del sol y de la lluvia. Teodoreto alaba la bravura de estas mujeres en el combate espiritual señalando que su fortaleza sobrepujaba a la de los varones, reputados normalmente como más fuertes. Vestían tan solo una túnica, y dedicaban su día a la oración.

Pasaron en este género de vida muchos años (Teodoreto las conoció cuando ya llevaban 42 años en su retiro). Recibían el alimento que les llevaban mujeres del lugar, a las cuales edificaban con su consejos y charlas espirituales. De todos esos años, algunos los pasaron cargadas de cadenas, tanto que Cyra, de complexión más débil, no podía mantenerse erguida. A estas penitencias -excesivas e incomprensibles para nosotros- hay que añadir el completo silencio, y los prolongados ayunos. Una sola vez salieron de su estrecha celda: fue para realizar una peregrinación a los santos lugares, y visitar la iglesia de Santa Tecla. Una vez que lo hubieron hecho, inflamadas de caridad, volvieron a su encierro. Murieron hacia el año 440, y se le atribuyen multitud de milagros.

El texto de Teodoreto, en griego, se encuentra en el capítulo 29 de su Historia Religiosa, muy difícil de conseguir en idiomas modernos. Hay una traducción latina comentada de la sección referida a las santas en Acta Sanctorum, agosto, I, pág. 225-226, de donde he tomado los datos de este artículo. En algunos sitios aparece la primera de las dos mencionada como santa "Mapana", pero se trata tan solo de una mala transliteración, motivada en que la r griega es parecida a una p latina.