ST,V

Santa Tarsila, virgen

Gordiano el regionarius, padre de san Gregorio el Grande, tuvo tres hermanas que llevaron una vida ascética de reclusión religiosa en su casa. Los nombres de las tías de san Gregorio eran: Tarsila, la mayor, Emiliana y Gordiana. Con más fuerza que el vínculo de la sangre, unía a Tarsila y Emiliana el fervor de sus corazones y su común caridad. Vivían en la casa que había sido de su padre, en el Clivus Scauri, como en un monasterio, y unas a otras se alentaban en las prácticas de la virtud por la palabra y el ejemplo, de manera que hicieron grandes progresos en la vida espiritual. Aunque Gordiana se unió a ellas, no tardó en cansarse del silencio y el retiro, y se sintió inclinada a adoptar otra clase de vida, por lo que se casó con su tutor. Tarsila y Emiliana perseveraron en la senda que habían elegido, contentas en la paz de su retiro y en la entrega de su amor a Dios, hasta que fueron llamadas a recibir la recompensa de su fidelidad.

San Gregorio nos dice que Tarsila gozó de la gracia de una visión de su bisabuelo, el papa San Félix II (III), quien le mostró el lugar que estaba destinado a ella en el cielo, con estas palabras: «Ven, que yo habré de recibirte en estas moradas de luz». Poco después de aquella experiencia. Tarsila cayó gravemente enferma y, mientras sus amigos y parientes rodeaban su lecho de muerte, comenzó a gritar: «¡Apártense! ¡Atrás, atrás! ¡Ya viene Jesús, mi Salvador!». Con estas palabras exhaló su último suspiro y entregó el alma a Dios en la víspera de la Navidad. Cuando fue amortajada, se descubrió que en sus rodillas y en sus codos, tenía unos callos tan gruesos y endurecidos «como los de un camello», debido a sus continuas plegarias que decía hincada y apoyada en un reclinatorio. Pocos días después de su muerte, se apareció en sueños a Emiliana y la llamó para celebrar juntas la Epifanía en el cielo. En efecto, Emiliana murió el 5 de Enero del año siguiente. A las dos santas hermanas, se las nombra en los respectivos días de su muerte en el Martirologio Romano.

San Gregorio el Grande habla de sus tías, no solamente en sus Diálogos (Iib. IV, cap. XVI), sino también en una homilía (ver Migne, PL. vol. LXXVI, c. 1291). Cf. Dudden, St Gregory the Great, vol. I, pp. 10-11. N.ETF: como observa Domenico Agasso «Gregorio cuenta la vida de sus parientes sólo cuando le sirven como ejemplo concreto y actual, para enseñar con eficacia», no se trata de un mero ejercicio de panegírico familiar.