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Santa Ciprila, mártir

La leyenda de la santa sitúa la escena hacia el año 303, en la persecución de Diocleciano. En Cirene, Libia, una mujer cristiana, Ciprila, viuda, que había sido curada por el obispo Teodoro y estaba a su servicio, fue también acusada de cristianismo y llevada ante el gobernador. Éste le pidió que adorara a los dioses romanos, cuyas estatuas se hallaban presentes, y la cristiana se negó absolutamente, alegando que solamente adoraba al único Dios del cielo y de la tierra. El gobernador insistió, pero fue en vano. Ciprila decía tenazmente que no. Entonces le extendieron el brazo, le abrieron la mano y sobre ella colocaron carbones encendidos con incienso. Lo natural hubiera sido soltarlos por estarse quemando, pero entonces habrían dicho de ella que había ofrecido incienso a los ídolos. Y para no hacerlo sostuvo los carbones en la mano. Vista la inutilidad del intento, la mártir fue torturada de varias formas de tortura, sin que con éstas tampoco obtuvieran nada. Por fin pusieron fin a su vida. Era el 5 de julio.