SZÓS,P

San Zósimo, papa

Elegido en marzo del año 417, Zósimo, un griego ajeno a la mentalidad romana, carecía de las cualidades precisas para continuar la obra de sus predecesores. Aunque tampoco tuvo tiempo para arruinarla. Estaba, sin embargo, lleno de buenas intenciones; él sabía perfectamente que tenía que afirmar, como Siricio e Inocencio, las prerrogativas del papado. Pero así como los papas precedentes habían puesto al servicio de ese objetivo todo su tacto, toda su circunspección y todo su conocimiento de los hombres, el impulsivo Zósimo siguió el procedimiento de echarse el mundo a la espalda.

Nombró a su protegido, Patroclo de Arlés, metropolita de las provincias de Vienne y de Narbona, poniendo así bajo su control todo el clero de la Galia. Si se hubiera tomado la molestia de informarse, se habría enterado de que nadie, en esa región de Europa, quería a aquel ambicioso. De modo que, de un golpe, se granjeó el rechazo de los galos. En África, apelando a decretos de los que nadie había oído hablar, exigió la rehabilitación de Apiario, un sacerdote condenado con toda justicia, de fondo y de forma. Y en cuanto a Pelagio y a Celestio, cuyos evidentes errores ni merecían ser denunciados, estuvieron a punto de convencerle de su estricta ortodoxia. San Agustín se estremeció: ¿llegaría a cometer el papa otro error garrafal? Zósimo, no obstante, terminó condenando a Pelagio y a Celestio en su famosa «Epístola tractoria».

La providencia, felizmente, puso término a «aquel reinado torpe en el que se toleró la intromisión del Estado en los asuntos internos de la Iglesia romana, anegando por un tiempo todo lo que el trabajo silencioso y prudente de sus predecesores había logrado en favor de la independencia de la Iglesia» (E. Caspar). El Papa, 41º en el orden de sucesión de la sede romana, murió el 26 o 27 de diciembre del 418.

Fuente y notas: «Los Papas, de San Pedro a Juan Pablo II», de Jean Mathieu-Rosay, Rialp, Madrid, 1990, pp 71-72. Puede encontrarse más desarrollada la cuestión de la condena del pelagianismo en el artículo de J.P. Kirsh dedicado a san Zósimo en Catholic Encyclopedia (lamentablemente la traducción castellana del artículo adolece de gruesos errores, y es preferible no consultarla). La evaluación general sobre el papado de san Zósimo es, en la bibliografía que he consultado, de negativa a pésima; es difícil en nuestros criterios sopesar por qué es santo, baste sin embargo señalar que la declaración de santidad de los papas desde el inicio de la institución hasta san Félix IV (m. 530), se considera apoyada en la santidad de la función (como nosotros usamos hoy la expresión «Santo Padre») y no de la persona, de tal modo que todos ellos fueron popularmente «canonizados» (la canonización formal comienza recién en el siglo XI, y no revisa todos los santos anteriores a la formalización), aunque alguno quizás personalmente no lo mereciera. La cuestión del conflicto con África y con la Galia puede verse más detalladamente en H. Jedin, «Manual de Historia de la Iglesia», tomo II, pág 356-359, Herder, 1980, de donde puede extraerse como resumen esta frase: «...el hecho es que, en los dos años de su pontificado Zósimo había despilfarrado con su decisiones inconsideradas gran parte del capital de autoridad pontificia que inteligente y consecuentemente había acumulado Inocencio I» (pág 358).