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San Sidonio Apolinar, obispo

Gayo Solio Apolinar Sidonio, soldado, poeta, hombre de Estado, caballero de la corte y obispo, nació en Lyon hacia el año 430. Pertenecía a una de las más nobles familias de la Galia. Su padre y su abuelo, ambos llamados Apolinar, habían sido prefectos del pretorio. Sidonio tuvo los mejores maestros de artes y ciencias y llegó a ser uno de los más célebres poetas y oradores de su tiempo. Sus cartas muestran que fue siempre muy devoto, extraordinariamente afectuoso, bondadoso y compasivo. Por otra parte, no era un censor exagerado, ya que no levantó la voz contra las iniquidades de su época, en tanto que Salviano escribía páginas incendiarias contra la corrupción de la Galia.

San Sidonio contrajo matrimonio con Papianila, de la que tuvo un hijo y tres hijas. Papianila era hija de Avito, quien ascendió al trono imperial romano el año 455. Sidonio escribió un panegírico en honor de su suegro, quien se lo agradeció poniendo su estatua entre las de los poetas en el Foro de Trajano. Avito, de quien lo menos que se puede decir es que era un hombre débil, hubo de renunciar a la corona imperial a los diez meses de reinado y murió en el camino a Auvernia. Su sucesor, Mayoriano, tomó la ciudad de Lyon y amenazó a los habitantes de la región. Sidonio salió entonces de la oscuridad para escribir un panegírico en su honor. El nuevo emperador fue asesinado el año 461 por Ricimero el Godo, quien cedió la corona imperial a Severo. Ese cambio obligó a Sidonio a abandonar la corte y retirarse a Auvernia. A los cuatro años de reinado, Severo fue envenenado por Ricimero. Antemio fue elegido emperador el año 467. San Sidonio hizo un viaje a Roma para arreglar ciertos asuntos de su provincia. Deseoso del restablecimiento del Imperio, escribió otro brillante panegírico. Los débiles emperadores de aquella época eran muy sensibles a las alabanzas y por lo tanto, Sidonio fue nombrado prefecto de la ciudad. Pero Antemio no correspondió a las esperanzas del santo. Como la vida se le hiciese difícil en Roma, Sidonio retornó a la Galia, donde tenía a su esposa y su familia y donde se hallaban sus posesiones.

Poco después, la Iglesia llamó a Sidonio a su servicio. La diócesis de Arvenum, que desde entonces empezó a llamarse de Clermont en Auvernia, quedó vacante, y el pueblo y los prelados de la región eligieron obispo a san Sidonio. En efecto, además de sus cualidades de carácter y de inteligencia, el santo era el hombre mejor preparado para sostener el poder galo-romano contra los visigodos. Sidonio trató de hurtar el cuerpo a la elección, alegando su incapacidad, pero finalmente debió ceder. Desde ese instante, renunció a la poesía ligera, que hasta entonces había sido su gran entretenimiento, y se consagró totalmente a los estudios propios de su estado. Aun en su estado laico conocía ya un poco de teología, de suerte que pronto se convirtió en una autoridad, y los obispos iban a consultarle. Pero el santo era más bien reservado y, no queriendo tomar una decisión en las dificultades de otros, solía aconsejarles que acudiesen a personas de mayor autoridad, alegando que no podía constituirse en maestro de aquellos de cuyo consejo estaba el mismo tan necesitado. San Lupo de Troyes, quien siempre le profesó gran cariño y admiración, le escribió una carta con motivo de su elevación al episcopado, en la que le decía entre otras cosas: «En adelante no debéis mostrar el elevado cargo que ocupáis por el aparato exterior, sino por la profunda humildad de corazón. Habéis sido elevado por encima de los demás; pero debéis consideraros como el último de los cristianos e inferior a todos. Aprestáos a besar los pies de aquellos a quienes antiguamente habrías considerado indignos de sentarse a vuestra mesa. Sed en adelante el siervo de todos».

San Sidonio siguió los consejos: comía frugalmente, ayunaba cada tercer día y, por más que era de constitución delicada, practicaba en exceso la penitencia. Consideraba como su principal deber instruir, alentar y socorrer a los pobres. En una época de carestía, mantuvo de sus rentas, con la ayuda de su cuñado Ecdicio, a más de cuatro mil borgoñones y forasteros a quienes la miseria había obligado a emigrar de sus tierras. Cuando pasó la época de carestía, tomó las medidas necesarias para que pudiesen volver a su lugar de origen. Alcanzó tal reputación que, cuando la sede metropolitana de Bourges quedó vacante el año 472, los prelados ahí reunidos dejaron en sus manos la elección del nuevo obispo, y san Sidonio escogió a Simplicio. Acostumbraba decir que el obispo debía hacer por humildad lo que el monje y el penitente hacían por profesión. A este propósito citaba el caso de Máximo, obispo de Toulouse, a quien había conocido cuando era un rico caballero. Al ser nombrado obispo, Máximo cambió totalmente: sus vestidos, su actitud y su conversación denotaban la piedad y la modestia; tenía los cabellos cortos y la barba larga; en su casa no había más que toscas sillas, cortinas corrientes, una mesa sin mantel y se comía con más frecuencia legumbres que carne. El rey visigodo, Enrico, que dominaba ya las provincias del sur de Francia, amenazó sitiar Clermont, y el santo obispo exhortó al pueblo a enfrentársele. El mismo nombró a su cuñado jefe de la defensa e instituyó una serie de procesiones de rogativas para implorar la misericordia de Dios. A pesar de todo, Clermont cayó el año 474. La actitud anterior de san Sidonio le exponía a las represalias del enemigo y fue efectivamente desterrado, durante algún tiempo, a una fortaleza de las cercanías de Carcasona. Tenía por vecinas a dos mujeres de mal carácter, las cuales hacían tanto ruido, que el santo no podía dormir ni leer y solía decir: «¡Jamás he visto a dos parlanchinas más revoltosas, inquietas y exageradas!» Cuando volvió a su diócesis, siguió protegiendo y ayudando a su grey, a pesar de la molesta oposición de los godos. Murió el año 479, o tal vez diez años más tarde.

San Sidonio Apolinar fue uno de los principales escritores de los comienzos de la segunda era de la literatura cristiana y el último de los autores de la escuela galo-romana. Sus poemas son redundantes y pesados. En cambio, sus cartas son un testimonio histórico sobre la vida de los caballeros del sur de Galia en la época de la desintegración del Imperio, que gustaban del deporte, de la literatura y las bellas artes y su cristianismo era un tanto superficial, pero sincero. En sus años de gentilhombre en Auvernia, el santo compartía con sus iguales las diversiones físicas e intelectuales, administraba sus posesiones, se preocupaba por el bienestar material y moral de sus esclavos y por la educación de sus propios hijos. Así, por ejemplo, en una carta aconseja a su hijo que se guarde de las malas lenguas, afirma que ha prohibido a los de su casa el teatro y ha declinadlo una invitación a pescar porque su hija Severiana estaba resfriada. A primera vista, puede sorprendernos encontrar el nombre de Sidonio Apolinar en el Martirologio Romano; pero, según la explicación del P. M. Van Custem, «es uno de tantos obispos que alcanzaron el honor de los altares simplemente porque no dejaron mal recuerdo y porque su nombre figuraba en la conmemoración anual de la Depositio Episcoporum».

Casi todos los datos que poseemos sobre san Sidonio se derivan de sus cartas y de sus escritos. El mejor texto es el de Monumenta Germaniae Historica, Auctores Antiquissimi, vol. VIII. Paul Allard publicó una excelente biografía en la colección Les Saints (1910). También es digna de mención la biografía escrita por el P. Chaix en dos volúmenes (1866).