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San Pedro Fourier, presbítero y fundador

Pedro Fourier nació en Mirecourt, ciudad de Lorena, en 1565. Cuando tenía quince años, su padre le envió a la Universidad que tenían los jesuitas en Pont-á-Mousson. Pedro terminó brillantemente sus estudios e inauguró una escuela en su ciudad natal; pero ya para entonces estaba decidido a abandonar el mundo, de suerte que a los veinte años de edad, ingresó en el convento de los canónigos regulares de San Agustín en Chamousey. En 1589, recibió la ordenación sacerdotal; pero, como su humildad le hiciese sentirse indigno, no celebró la misa sino hasta varios meses después. Su abad le envió a la Universidad a continuar sus estudios de teología. Cuando volvió a su monasterio, fue nombrado procurador y vicario de la parroquia de la abadía. Las condiciones en que ejerció su cargo fueron muy desalentadoras, pues la observancia en el monasterio era bastante floja y los canónigos ponían en ridículo cuantos esfuerzos hacía Pedro por mejorarla.

En 1597, se le dio a escoger entre tres parroquias atendidas por los canónigos. San Pedro eligió la de Mattaincourt, que era la más difícil. Mattaincourt ea un pueblecito de los Vosgos que en aquella época estaba contaminado por el calvinismo y la moralidad de sus habitantes estaba por los suelos. San Pedro Fourier trabajó allí durante treinta años y se ganó el apodo de «el buen padre de Mattaincourt». El primer cuidado del santo fue orar y dar buen ejemplo. Vivía con una austeridad, pobreza y sencillez, dignas de un monje. Jamás encendía fuego en su casa, como no fuese para que se calentasen los que iban a visitarle y los necesitados le encontraban siempre dispuesto a darles limosna y consejo, tanto en lo material como en lo espiritual. El P. Juan Bedel, discípulo y biógrafo del santo, dice que era particularmente compasivo con aquéllos cuya fortuna había decaído a causa de los malos negocios, los robos, o alguna otra razón independiente de su voluntad. «Para ayudar a esas personas, fundó la 'Bolsa de San Evre' (así llamada en honor del santo patrono de la parroquia), en la que depositaba limosnas, legados, etc. Cuando alguno de sus feligreses se hallaba en dificultades, le daba unos cientos de francos de ese fondo para que pudiese sacar adelante su negocio; la única condición que fijaba era que, si el negocio prosperaba, el beneficiario devolviese la cantidad que se le había prestado. El sistema funcionaba tan bien, que la 'Bolsa de San Evre' podía sostenerse con los intereses del capital». San Pedro estableció igualmente tres cofradías en su iglesia: la de San Sebastián, para los hombres; la del Rosario, para las mujeres casadas, y la de la Inmaculada Concepción, para las jóvenes. Esta última fue una de las primeras congregaciones de «Hijas de María». Uno de los principales problemas con que tuvo que enfrentarse san Pedro fue el de la educación de los niños; después de mucho orar y reflexionar, comprendió que era necesario hacerla gratuita. Primero trató de organizar escuelas para niños. Pero los tiempos no estaban todavía maduros para ello. El instrumento que Dios había escogido para esa empresa era san Juan Bautista de la Salle, que debía nacer medio siglo más tarde. San Pedro Fourier reconoció su fracaso sin rodeos. En seguida se dedicó a atender especialmente a cuatro voluntarias: Alix Le Clercq, Ganthe André y las hermanas Juana e Isabel de Louvroir. Después de probarlas bien, les mandó hacer una especie de noviciado en el convento de las canonesas de Poussey, en 1598. Con el tiempo, dichas jóvenes abrieron una escuela gratuita en Mattaincourt. San Pedro, que tenía sus propias ideas en materia de educación, daba todos los días una clase de pedagogía a las profesoras. Fue uno de los primeros en emplear lo que los pedagogos llaman actualmente el «método simultáneo». Quería que las niñas mayores aprendiesen a redactar recibos y facturas, que se ejercitasen en la composición y la redacción de cartas y que hablasen correctamente «la lengua de su provincia». Tanto por el bien de los niños como por el del Estado, deseaba que los pobres fuesen educados en el amor de Dios, con principios que los ayudasen a vivir decente y dignamente, y estaba convencido de que la escuela debía ser gratuita.

Consciente del valor del «método dramático», escribió varios diálogos sobre las virtudes y los vicios (insistiendo sobre todo en lo que más podía convenir a sus feligreses) y hacía que los niños los recitasen ante sus padres los domingos por la tarde, en la iglesia. El santo instruyó a sus religiosas en la manera de tratar a los niños protestantes: « ... con amor y bondad. No permitáis que los otros niños los molesten o se burlen de ellos. No habléis mal de su religión. Dirigíos en términos generales a todos vuestros discípulos, pero no perdáis la ocasión de hacer ver a los protestantes cuán buenos y razonables son los preceptos y prácticas de nuestra Iglesia». San Pedro Fourier empleó los mismos métodos en 1625, cuando se le envió a combatir el protestantismo en el principado de Salm. En efecto, no se contentaba con exhortar a los protestantes a convertirse, sino que incitaba con igual fervor a los católicos a cambiar de vida; por otra parte, no provocaba a los protestantes llamándoles herejes, sino que los llamaba «extranjeros». Ayudado por el P. Bedel y otro jesuita, san Pedro consiguió en seis meses más de lo que sus predecesores habían logrado en treinta años. En 1616, la nueva congregación religiosa recibió la aprobación pontificia y el nombre oficial de Canonesas Regulares de San Agustín de la Congregación de Nuestra Señora. Dicha congregación se difundió pronto en toda Francia; actualmente, tiene casas en Inglaterra y otros países. En 1628, el Papa Urbano VIII concedió a las religiosas el privilegio de hacer un cuarto voto por el que se obligaban a educar gratuitamente a los niños. Alix Le Clercq, la principal colaboradora del P. Fourier, fue beatificada como cofundadora de la congregación en 1947.

En vista del éxito que había tenido san Pedro Fourier en la reforma de aquella parroquia rural, sus superiores le dedicaron a una tarea menos local, pero no menos difícil. En aquella época, la vida religiosa en Lorena estaba en decadencia. La Santa Sede nombró a san Pedro visitador de los canónigos regulares. En 1622, Mons. Juan de Porcelets de Maillanes, obispo de Toul, le llamó a restablecer la disciplina en los conventos de su orden y a unirlos en una congregación reformada. Dicha misión no dejó de provocar hostilidad; pero al año siguiente, el abad de Lunéville entregó su monasterio a un puñado de canónigos regulares, presididos por san Pedro Fourier. En 1629, lo principal estaba ya hecho: la observancia había sido restablecida, y los canónigos regulares de Lorena formaban la congregación del Salvador. En 1632, san Pedro fue elegido superior, muy contra su voluntad. Cuando tomó posesión de su cargo, dijo: «Como Jesucristo se entrega a los hombres en el Santísimo Sacramento, sin esperar pago alguno y pensando solamente en el bien de los que van a recibirle en la comunión, así me entrego yo a vosotros en este día, no para obtener algún honor o ventaja alguna, sino pensando solamente en la salvación de vuestras almas». San Pedro había soñado siempre en el día en que los canónigos emprendiesen la obra de la educación de los niños, en la que él había fracasado en Mattaincourt, y los súbditos del santo estaban dispuestos a ello. Así pues, cuando san Pedro envió representantes a Roma, en 1627, para conseguir la aprobación de la congregación del Salvador, les encargó que se ocupasen del asunto: «Por lo que toca a las escuelas que queremos fundar, sería bueno hacer notar que los niños que no desean aprender el latín y los otros, antes de ingresar en la escuela superior no han tenido quien se ocupe de ellos 'ex officio', por lo menos en esta región, de suerte que son una especie de beneficio vacante en la Iglesia de Dios. Solicitemos humildemente que se nos designe esa tarea». Los representantes de san Pedro Fourier presentaron la petición, pero no tuvieron éxito. Según parece, la Santa Sede había olvidado en el siglo XVII que el enseñar en la escuela primaria no estaba reñido con la dignidad sacerdotal. Sin embargo, la congregación del Salvador inauguró varios colegios y obras educacionales. Y cuando la Compañía de Jesús fue suprimida en el siglo XVIII, varios de sus colegios de Lorena pasaron a manos de los canónigos regulares.

San Pedro Fourier estaba muy vinculado con la casa de Lorena y con el duque Carlos IV. Así, cuando se le exigió en 1636, que firmase el juramento de fidelidad al rey Luis XIII, el santo se negó a ello y huyó a refugiarse en Gray del Franco Condado. Pasó los cuatro últimos años de su vida en ese destierro, actuando como capellán de un convento y enseñando en una escuela gratuita cuya fundación se le debía. Dios le llamó a Sí el 9 de diciembre de 1640. Su canonización tuvo lugar en 1897. El santuario de San Pedro Fourier en Mattaincourt es un importante centro de peregrinación.

El primer biógrafo del santo fue el P. Bedel, que había sido discípulo y compañero suyo. Entre las numerosas biografías que se han escrito desde entonces, mencionaremos las del P. Rogie, la de Dom Vuillemin y la del P. Pingaud. El P. Chérot empleó hábilmente en su obra la correspondencia de San Pedro. B. Boutoux publicó, en 1949, una biografía titulada St Pierre Fourier.