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San Pacomio, abad

Aunque generalmente se considera a san Antonio como el fundador del monaquisino cristiano, san Pacomio el Viejo tiene todavía mayor derecho a ese título. En efecto, aunque él no fue el primero que reunió comunidades numerosas de ascetas cristianos, fue el primero que les dio una verdadera organización y dejó reglas escritas. Pacomio nació de padres paganos en la Tebaida superior hacia el año 292. A los veinte años fue llamado al servicio militar en los ejércitos imperiales. Durante la travesía del Nilo, que se realizó en pésimas condiciones, los cristianos de Latópolis (Esneh), compadecidos de Pacomio y sus compañeros, los trataron con gran bondad. Pacomio no olvidó nunca ese ejemplo de caridad. Tan pronto como terminó el servicio militar, volvió a Khenoboskion (Kasr-as-Syad), donde había un templo cristiano, y entró a formar parte de los catecúmenos. Después del bautismo, su principal preocupación fue encontrar la manera de corresponder perfectamente a la gracia que había recibido. Cuando oyó decir que un ermitaño llamado Palemón servía a Dios con gran perfección en el desierto, fue a buscarle y le rogó que le tomase por discípulo. El anciano anacoreta no le ocultó las dificultades de la vida solitaria, pero Pacomio no se amedrentó. Después de prometer obediencia a su maestro, recibió el hábito. Ambos anacoretas llevaban una vida muy austera. Sólo comían pan y sal; no bebían vino ni empleaban aceite; oraban buena parte de la noche y, con frecuencia, pasaban la noche entera sin dormir. Unas veces recitaban juntos todo el salterio; otras, se dedicaban al trabajo manual en tanto que su espíritu oraba. Un día que Pacomio había ido, como acostumbraba hacerlo de vez en cuando, a un vasto desierto de las riberas del Nilo, llamado Tabennisi, oyó una voz que le ordenaba fundar ahí un monasterio; al mismo tiempo, se le apareció un ángel, el cual le instruyó sobre la vida religiosa. Pacomio contó lo sucedido a Palemón, quien se trasladó con él a Tabennisi, hacia el año 318, le ayudó a construir una celda y permaneció con él algún tiempo.

El primer discípulo que se reunió con san Pacomio en Tabennisi, fue su hermano mayor, Juan. Pronto acudieron otros discípulos y, al poco tiempo, la comunidad contaba ya con más de cien monjes. San Pacomio los condujo a una alta perfección, sobre todo dándoles ejemplo de fervor. El santo vivió quince años sin acostarse. Tomaba su frugal comida sentado en una piedra y, desde el momento de su conversión, nunca comió hasta saciarse. Sin embargo, acomodaba sus exigencias a la capacidad de cada uno de los monjes y no se negaba a aceptar a los candidatos más ancianos y débiles. Estableció, además, otros seis monasterios en la Tebaida. A partir del año 336, fijó su residencia en el monasterio de Pabau, cerca de Tebas, que llegó a ser más famoso que Tabennisi. Para que los pastores pudiesen asistir a los divinos misterios, fundó también una iglesia, en la que ejerció algún tiempo el cargo de lector; pero sus discípulos no pudieron nunca persuadirle a que recibiese la ordenación sacerdotal ni a permitir que sus monjes se ordenasen, aunque no rehusaba la admisión en el monasterio a quienes ya eran sacerdotes. San Pacomio se opuso valientemente a los arríanos y, el año 333, recibió la visita de san Atanasio. A instancias de su hermana, a la que nunca quiso volver a ver, construyó un convento para religiosas del otro lado del Nilo. Convocado ante un sínodo en Latópolis para responder a ciertas acusaciones, san Pacomio dio muestras de tal humildad, que todos quedaron maravillados. Ciertamente san Pacomio practicó la humildad y la paciencia en grado heroico. Dios obró por su intercesión numerosas curaciones.

El santo murió el 15 de mayo de 348, durante una epidemia que diezmó a los monjes. A su muerte, había ya tres mil monjes en los nueve monasterios que dirigía. Casiano cuenta que cuanto más numerosas eran las comunidades, más perfecta era su disciplina, ya que todos los monjes obedecían al superior con la prontitud de una sola persona. Para mantener la observancia, san Pacomio tenía la costumbre de clasificar a sus subditos en veinticuatro categorías, según las letras del alfabeto; así, por ejemplo, la "iota" significaba que se trataba de un monje sencillo e inocente; la "beta" indicaba que tenía un carácter terco y difícil, etc. Los monjes vivían en grupos de tres en cada celda, repartidos según sus oficios, y se reunían los sábados y domingos para los oficios de la noche y la misa. Se daba gran importancia a la lectura de la Biblia, y los monjes aprendían de memoria pasajes enteros. Generalmente, los discípulos de san Pacomio eran gentes del pueblo.

No todos los autores prestan fe a la leyenda de que un ángel se apareció a san Pacomio y le ordenó fundar un monasterio en Tabennisi y, mucho menos, que le dio las reglas escritas sobre una tabla de bronce. Sin embargo, el resumen de las reglas, que se halla en la "Historia Lausiaca" de Paladio, no es una caricatura de las costumbres de los monjes. Tal vez el origen de las reglas de san Pacomio es legendario y sería muy difícil determinar exactamente su contenido; pero no se puede negar que los textos griego y etíope se parecen al original sahídico, que sólo conocemos a través de la traducción que hizo san Jerónimo, valiéndose de un intérprete. Probablemente es verdad que, como lo hace notar Paladio, san Pacomio mitigaba la regla sagún las posibilidades de cada monje. En efecto, una de las reglas que el ángel dio al santo decía: «Dejarás que cada uno coma y beba según sus fuerzas, y le darás un trabajo proporcionado a ellas. No prohibas a nadie comer o beber. Pero haz que los que comen y tienen más fuerzas, ejecuten los trabajos que exigen mayor vigor y deja para los más débiles y ascéticos los trabajos menos pesados». De igual modo, Paladio refleja probablemente la práctica usual cuando escribe: «Que no duerman acostados, sino sentados en sillas inclinadas, que son fáciles de construir. Durante la comida, los monjes deben tener el capuchón bajado para que nadie vea masticar a su vecino. Los monjes no deben hablar en la mesa ni mirar más allá de su plato». Una cosa es cierta, a saber: que san Benito, el fundador del monaquismo en occidente, tomó muchas cosas de las reglas de san Pacomio. En su edición de la Regula S. Benedicti, el abad Cuthbert Butler cita treinta y tres veces las Pachomiana de san Jerónimo; pero, más que en las frases, el parecido de la regla de san Benito con la regla «angélica» está en el espíritu.

San Pacomio es probablemente el santo oriental que mayor interés ha despertado en los últimos años. Se han descubierto varios textos coptos (es decir, sahídicos), aunque por desgracia casi todos son fragmentarios. También se han editado en diversas lenguas otros documentos a los que en el pasado se había prestado menos atención. Esto se debe en gran parte al trabajo de los antiguos bolandistas (Acta Sanctorum, mayo, vol II) ; pero en el siglo XVII era imposible investigar a fondo en las fuentes orientales. La actual generación de bolandistas publicó una magnífica edición de S. Pachomii Vitae Graecae (1932), dirigida por el P. F. Halkin. A esta gran obra hay que añadir el estudio, no menos importante, de L. T. Lefort, S. Pachomii Vitae Sahidicae Scriptae (publicado en dos partes en el Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium, 1933 y 1934), y su edición de la biografía bohaírica de san Pacomio (1925) y Vies coptes de S. Pacomé, en la misma colección. Sobre estas obras cf. Analecta Bollandiana, vol. II (1934), pp. 286- 320, y vol. LXIV (1946), pp. 258-277. Entre otras obras de investigación hay que mencionar la de A. Boon, Pachomiana latina (1932), que es un ensayo sobre la traducción jeronimiana de la regla, con un apéndice sobre los textos griego y copto. Ver también B. Albers, S. Pachomii... Regulae Monasticae (1923). Entre los estudios más antiguos merecen especial atención el ensayo de F. Ladeuze, Le Cénobitisme Pakhomien y el largo artículo de H. Leclercq sobre el "monaquismo" (DAC, vol. xi, 1933), sobre todo ce. 1807-1831, donde se hallarán numerosas referencias bibliográficas. Existen también algunas biografías en sirio y en árabe, con ligeras variantes. M. Amélineau, que fue uno de los primeros que tomaron en cuenta los textos coptos, publicó en 1887 Etude historique sur S. Puchóme. En 1948, con motivo del decimosexto centenario de san Pacomio, celebrado en Egipto, varios historiadores y autoridades eclesiásticas de diferentes países publicaron un volumen de conferencias, titulado Pachomiana. Sobre la Regla Angélica y el monaquismo de occidente, véase J. McCann, St Benedict (1938), p. 152 y ss., passim. Pero, a pesar de todas las investigaciones que se han llevado a cabo, la vida y la obra de san Pacomio plantean todavía muchos problemas, como lo confiesan autoridades de la talla del P. Paul Peeters. Nota de ETF: sin ninguna pretensión de exhaustividad, agrego la bibliografía de la noticia del Año Cristiano 2003, por contar con algunos títulos referidos a Pacomio un poco más recientes que los mencionados en el Butler: Bacht, H., «Pacóme (Samt)», en Dictionnaire de spiritualité, ascétique et mystique, XlI/1: Pacaud-Photius (París 1984), cols.7-16. Colombas, G. M., La tradición benedictina. Ensayo histórico. 1: Las raíces (Zamora 1989), 229-262. Deseilie, P., El espíritu del monacato pacomiano. Seguido de la traducción española de la Pacomia latina (Monasterio de las Huelgas, Burgos 1986). Di Sprez, V., «Le cénobitisme pacómien»: Lettre de Ligugé (1988) n 243, p.8-25; n.245, p.14-27, n.246, p.12-26.