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San Nicecio de Tréveris, obispo y confesor

Varios hombres muy destacados de la época de Nicecio de Tréveris, como san Gregorio de Tours y san Venancio Fortunato, dan testimonio de los méritos de este santo, que fue el último obispo galo-romano de Tréveris, en los primeros tiempos del triunfo de los francos en la Galia. Nicecio nació en Auvernia. Como el cabello del niño formaba una especie de tonsura, las gentes lo interpretaron como un signo de que abrazaría el estado eclesiástico. En efecto, Nicecio se hizo monje y llegó a ser abad de su monasterio, que probablemente estaba en Limoges. En ese cargo atrajo sobre sí las miradas de Teodorico I. Cuando murió san Aprúnculo, obispo de Tréveris, el clero y el pueblo enviaron una embajada al rey para pedirle que nombrase obispo a san Galo de Clermont. Teodorico se negó a ello y nombró a Nicecio. Los oficiales del monarca acompañaron al obispo electo a Tréveris y éste mostró desde aquel momento qué clase de prelado iba a ser. En efecto, cuando la comitiva acampó para pasar la noche, los soldados de la escolta soltaron a sus caballos en los campos de los vecinos. Nicecio les ordenó que los trajesen de nuevo al campamento, pero los oficiales se rieron de él. Entonces Nicecio amenazó con excomulgar a los opresores de los pobres y partió él mismo en busca de los caballos. El santo había predicado con frecuencia a sus monjes sobre el texto que dice que «el hombre puede caer de tres modos: por el pensamiento, por la palabra y por la obra», y reprendió sin temor a Teodorico y a su hijo Teodoberto por los excesos que cometían. Tal vez esos dos monarcas aprovecharon los consejos de san Nicecio. En todo caso Clotario I se mostró menos condescendiente, ya que, cuando el santo le excomulgó por sus crímenes, él le desterró. El destierro fue de corta duración, pues Clotario murió al poco tiempo, y su hijo Sigeberto, que le sucedió en el gobierno de esa porción de sus dominios, restituyó a Nicecio su diócesis.

El santo obispo asistió a varios importantes sínodos en Clermont y otras ciudades, y restableció infatigablemente la disciplina en una diócesis en la que los desórdenes civiles habían causado grandes estragos. El santo llevó a su diócesis obreros italianos para reconstruir su catedral y fortificar la ciudad por el lado del Mosela. También fundó una escuela para el clero, pero su ejemplo era la mejor escuela, tanto para los clérigos como para los laicos. Aunque san Nicecio gozaba del favor del rey Sigeberto, su celo no dejó de acarrearle persecuciones, pues no había miedo ni respeto humano que le impidiese defender la causa de Dios. En particular se creó enemigos tratando de desarraigar la costumbre de los matrimonios incestuosos, porque excomulgaba a los culpables. Se conservan algunas cartas del santo; una de ellas, escrita alrededor del año 561, está dirigida a Clodesinda, hija de Clotario I, casada con el arriano Alboino, rey de Lombardía. San Nicecio le aconseja que trate de convertir a su marido a la fe ortodoxa, haciéndole notar los milagros obrados en la iglesia católica por las reliquias de algunos santos a quienes los arrianos veneraban también. Y prosigue: «Haced que el rey envíe mensajeros a la iglesia de San Martín. Si se atreven a entrar en ella, se darían cuenta de que los ciegos recobran la vista, los sordos el oído y los mudos la palabra, los leprosos y enfermos salen curados, como nosotros mismos lo hemos visto. ¿Y qué diré de las reliquias de los santos obispos Germán, Hilario y Lupo, cuyos milagros son innumerables? Aun los endemoniados confiesan el poder de esas reliquias. ¿sucede acaso lo mismo en las iglesias de los arrianos? Ciertamente no. Un demonio nunca exorciza a otro». Una segunda carta está dirigida al emperador Justiniano, a quien su esposa había arrastrado a una especie de semimonofisismo. Nicecio le dice que en Italia, Africa, España y Galia se ha lamentado su caída, y que se condenará si no abjura de sus errores. San Nicecio murió hacia el año 566, tal vez el 1° de Octubre.

Casi todo lo que sabemos sobre San Nicecio proviene de las Vitae Patrum, de Gregorio de Tours. Lo que se conserva de la correspondencia del santo puede verse en Monumenta Germaniae Historica, Epistolae, vol. III, pp. 116, etc. Véase también a Duchesne en Fastes Episcopaux, vol. III, pp. 37-38. Hay otra reseña biográfica y una amplia y actualizada bibliografía en Patrología IV, de Quasten-Di Berardino, BAC, 2000, pág 360-361.