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San Juan de Beverley, monje y obispo

Pocos santos han sido tan populares en Inglaterra como san Juan de Beverley, cuyo santuario fue uno de los principales sitios de peregrinación hasta la época de la Reforma. El sabio Alcuino le profesaba gran devoción y celebró sus milagros en verso. Athelstan atribuía a san Juan su victoria sobre los escoceses y Enrique IV su triunfo sobre los franceses, en Agincourt. San Juan nació en el pueblecito de Harpham, en Yorkshire. De joven fue a estudiar a Kent, en la famosa escuela de San Teodoro, donde se distinguió entre sus condiscípulos, en la época del santo abad Adrián. Más tarde volvió a Yorkshire y entró en la abadía de Whitby. La abadesa Hilda era entonces superiora de los dos conventos. Por sus excepcionales cualidades, Juan fue elegido obispo de Hexham, después de la muerte de san Eata. El tiempo que le dejaban libre sus ocupaciones pastorales, lo consagraba a la contemplación. Para ello, se retiraba en determinados períodos del año a una celda contigua a la iglesia de San Miguel, del otro lado del Tyne, en las cercanías de Hexham. Con frecuencia le acompañaba algún pobre, a quien el santo servía humildemente. En una ocasión, llevó consigo a un joven mudo que sufría de una repugnante enfermedad de la piel. El santo obispo le enseñó a decir «Géa» -la forma anglosajona del «Yes» inglés-. Poco a poco, a partir de ese momento, fue enseñándole a pronunciar todas las sílabas y las palabras enteras. Gradualmente, el joven logró expresarse mejor y se vio también libre de la enfermedad de la piel.

A raíz de la muerte de Bosa, San Juan fue nombrado obispo de York. El Venerable Beda, a quien el santo había conferido las órdenes cuando era obispo de Hexham, habla de él con cierto detenimiento en su «Historia Ecclesiástica»: da testimonio de su santidad y narra algunos milagros que habían presenciado testigos tan autorizados como los abades de Beverley y de Tynemouth. Después de su translado a York, san Juan conservó la costumbre de retirarse, periódicamente, a la soledad de la abadía que él había construido en el bosque de Beverley. El año 717, consumido por la edad y la fatiga, el santo renunció a su sede en favor de su capellán, Wilfrido el Joven y se retiró a Beverley, donde pasó los cuatro últimos años de su vida en la práctica de la disciplina monacal. Murió el 7 de mayo del año 721. La diócesis de Hexham celebra su fiesta el día de hoy, en tanto que otras diócesis del norte la celebran el 25 de octubre. Las reliquias de san Juan de Beverley fueron trasladadas en 1037.

Nuestra principal fuente de información es la Historia Ecclesiastica de Beda. Más de tres siglos después, Folcardo, un monje de St. Bertin que residía entonces en Inglaterra, escribió una biografía del santo y una larga serie de milagros. El canónigo Raine editó éste y otros documentos en The Historians of the Church of York, vol. I (Rolls Series). Ver también los dos volúmenes del mismo autor sobre Hexham, en las publicaciones de la Surtees Society. Los calendarios (cf. Stanton, Menology, p. 201) dan testimonio de la popularidad y antigüedad del culto de San Juan de Beverley. Stanton (p. 676) habla del descubrimiento de ciertas reliquias en 1664. Hay una encantadora alusión al santo en Revelations de la señora Julián, c. 38.
La vidriera reproducida es de ca. 1518, en la capilla del Queen's College de Oxford, que tomamos de la colección de vidrieras de Lawrence OP.
Nota de ETF: en la edición 2007 del Martirologio Romano en español figura como nombre Berveley, no Beverley, pero lo hemos corregido porque no hemos encontrado ningún registro donde figure ese nombre como primitivo de la ciudad, por lo que consideramos, hasta nuevas pruebas, que sólo es una errata de la edición.