SFÉO,MÁR

San Ferréolo, mártir

De acuerdo con la «pasión» de este mártir, Ferreol era un tribuno que vivía en la ciudad de Vienne, en las Galias. Era cristiano y practicaba en secreto su religión. San Julián de Brioude, natural de la misma ciudad, quien hizo pública profesión de fe, vivió en la casa de Ferreol. Cuando se inició la persecución y después de que san Julián había sido martirizado, Crispín, el gobernador de aquella parte de las Galias, mandó aprehender a Ferreol por haber desobedecido la orden de arrestar a los cristianos. Crispín hizo ver al tribuno que si el Estado le pagaba un sueldo como oficial militar, le correspondía dar a los demás un ejemplo de obediencia. El tribuno respondió: «Yo no tengo un aprecio desmedido por el dinero. Si se me permite vivir y servir a Dios, me doy por satisfecho y bien pagado. Pero si aun eso os parece demasiado, estoy dispuesto a renunciar a la vida, antes que abandonar mi religión». El juez mandó que fuese azotado y echado luego al pozo de la prisión en el que se vertían las aguas sucias de todo el establecimiento. Al tercer día, el poder de Dios rompió las cadenas que sujetaban sus brazos y sus piernas dentro del pozo, de manera que Ferreol escapó y pudo huír de la ciudad por la puerta que conducía a Lyon. A nado por las aguas del Ródano, consiguió llegar hasta la desembocadura del río Gére, que se une con el Ródano cerca de Vienne, pero ahí cayó de nuevo en manos de sus perseguidores, quienes le condujeron atado de pies y manos hasta el lugar donde iban a matarle. En las riberas del Ródano fue decapitado, y los cristianos de Vienne sepultaron su cadáver, con gran veneración, en las proximidades del río. En poco tiempo se levantó una iglesia en el sitio de su sepultura y, de ahí, trasladó san Mamerto sus reliquias, alrededor del año 473, a una iglesia construida especialmente para guardarlas, dentro de la ciudad de Vienne.

Al decir de Delehaye, Las actas de san Ferreol (impresas en el Acta Sanctorum, sept. vol. V), tienen poco valor, pero su martirio es auténtico y su culto, del que dan testimonio san Gregorio de Tours y Venancio Fortunato, es muy antiguo. Ver Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 517-518.