SE,OYMÁR

San Erasmo, obispo y mártir

San Erasmo, llamado también san Elmo, muy venerado en la antigüedad como patrón de los marineros y como uno de los «Catorce Auxiliadores Celestiales». En Acta Sanctorum se le describe como obispo de Formia, en la Campania y, por san Gregorio el Grande sabemos que sus reliquias se conservaban en la catedral de la ciudad, en el siglo VI. En 842, los sarracenos destruyeron Formia, y el cuerpo de san Erasmo fue trasladado a Gaeta, ciudad ésta que le considera todavía como su patrón principal. Nada en concreto se sabe de su historia, puesto que sus llamadas «Actas» son recopilaciones posteriores de leyendas donde se le confunde con un obispo y mártir de Antioquía. De acuerdo con la más antigua de estas biografías espurias, san Erasmo de Formia era un obispo sirio que huyó durante la persecución de Diocleciano para refugiarse en el Monte Líbano, donde vivió como un ermitaño solitario a quien alimentaba un cuervo. Al descubrírsele, compareció ante el emperador, quien le mandó azotar y apalear con garrotes claveteados; luego se le envolvió en pez a la que se prendió fuego. Como a pesar de todo aquello, el obispo seguía ileso, se le arrojó en un calabozo para que muriera de hambre. Sin embargo, un ángel lo sacó de la prisión y lo condujo a la provincia romana de Iliria. Ahí consiguió convertir a muchos, pero también fue sometido a otras torturas incluidas la silla y las corazas de hierro calentadas al rojo. De nuevo quedó indemne, y el ángel volvió a salvarlo, llevándolo a Formia donde al fin murió, a consecuencia de sus heridas.

En Bélgica, Francia y otras partes, las representaciones populares de san Erasmo lo muestran con una enorme cortadura en su costado, por la cual le salen los intestinos para enredarse en un molinete que está junto a él. En consecuencia, se le invoca contra los calambres y los cólicos, especialmente entre los niños. Pero en la historia legendaria de san Erasmo, no hay ningún dato o indicio que lo relacione con esta forma de tortura. Las linternas de color azul que suelen encenderse en el tope de los mástiles cuando amenaza una tormenta y después de que ésta ha pasado, eran conocidas por los marinos napolitanos como signos de la protección de su santo patrono, y por eso se las llama hasta hoy «fuegos de san Elmo» y «fuegos de San Telmo». No hay razones para dudar de que el nombre de san Elmo o san Telmo se derive del de san Erasmo, puesto que éste se transformó en Eramo, en Elamo y finalmente en Enermo. De ahí se extrajo el apelativo de Elmo, así como el de Catalina proviene de Catarina. En la actualidad, las descargas eléctricas de color azul que se producen bajo ciertas condiciones atmosféricas especiales sobre los mástiles y palos mayores de los barcos, se llaman oficialmente en el lenguaje de la navegación, «fuegos de san Telmo», porque San Erasmo, honrado al principio como patrono de navegantes, mostraba su protección de esta manera, según era creencia arraigada entre las gentes de mar. Cuando los navegantes portugueses adoptaron al beato Pedro González como patrón, los «fuegos de san Telmo» se convirtieron en «luces de Pedro»; pero los marineros portugueses optaron por sostener que el beato Pedro había sido el verdadero san Telmo y siguieron llamando a los fuegos como siempre.

La iglesia parroquial del pequeño puerto de Faversham, en Kent, tenía, hasta antes de la Reforma, un altar dedicado a san Erasmo y, por aquel entonces, había un dicho popular muy arraigado en el que se afirmaba que «un hombre está condenado a vivir mientras tenga algo que dar, a menos que haga un legado para que se mantengan encendidas las luces que arden ante el altar de san Erasmo». No puede haber dudas de que san Erasmo existió realmente, por muy improbables que sean les leyendas que se contaron después sobre él. Su nombre se conmemora en el Hieronymianum, lo mismo que en el Félire de Oengus y su historia se relata en el Antiguo Martirologio Inglés del siglo IX.

El texto que más ha circulado sobre la historia legendaria de san Erasmo está impreso en el Acta Sanctorum, junio, vol. I. Una reseña más amplia sobre las varias revisiones de esta narración mítica, se encuentra en BHL., nn. 2578-2585. Véase también a F. Lanzoni, Le Diócesi d'ltalia, pp. 163-164; R. Flahault, 5. Erasme (1895); E. Dümmler, en Neues Archiv, vol. v (1880), pp. 429-431; y M. R. James. El aspecto artístico del asunto lo trata Künstle en Ikonographie Worterbuch des deutschen Aberglaubens, vol. II, cols. 791, 866.
Imagen: Matías Grünewald: Coversación entre san Erasmo y san Mauricio, el líder de la Legión Tebana, obra de entre 1517-1523, Alte Pinakothek de Munich