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San Crescente, mártir

La gesta de este mártir proviene del menologio del emperador Basilio I, una importante fuente que testimonia el culto de algunos mártires antiguos, y que nos serían desconocidos de otra manera. Lamentablemente, al tratarse de un documento ligado al culto, sólo secundariamente posee datos biográficos, por lo que, por ejemplo, apenas sabemos de Crescente que era un anciano de Myra, ciudad de Licia (conocida entre otras razones por ser la ciudad del gran san Nicolás), que exhortaba a abandonar el culto de los falsos dioses y abrazar la fe de Cristo. 

Puesto que no nos ha llegado el detalle de la época de su martirio, no podemos saber en qué contexto persecutorio ocurrió, pero lo cierto es que Crescente es apresado y conminado, primero de buenas maneras y luego cruentamente, a dar culto a los ídolos; pero cuanto más se le insistía, más crecía en él el testimonio de la fe verdadera. El oficial llegó incluso a pedirle que dire culto a los dioses de manera externa, y que con su mente y corazón lo dirigiera al Dios en el que creía, pero el mártir negó rotundamente ese proceder. Fue colgado y lacerado en los costados, pero se mantuvo firme en su confesión, hasta que se entregó su cuerpo a las llamas, y consumó el martirio, triunfando de la fuerza, la osadía y los halagos de los enemigos. 

Ver Acta Sanctorum, abril II, pág. 373. Su memoria aparece inscripta el 15 de abril mayoritariamente, pero en algunas fuentes lo está el día 13.