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San Corbiniano de Freising, obispo

Este apóstol de Baviera, uno de los primeros que predicó el Evangelio en aquellas regiones, nació en Chártres, cerca de Melun, en Francia. En la pila bautismal recibió el nombre de su padre: Waldegiso, pero después, su madre lo cambió por el de ella: Corbiniano. Durante catorce años, vivió como eremita en una celda que él mismo construyó junto a una capilla, en la comarca donde nació. La fama de su nombre, acrecentada por la realización de diversos milagros y la prudencia de los consejos que daba en cuestiones espirituales, le hizo célebre en varias leguas a la redonda y pudo admitir a algunas de las muchas personas que se lo solicitaban, en una comunidad religiosa bajo su gobierno. Las distracciones que le proporcionaba aquella tarea le hicieron pensar en retirarse a otro sitio donde pudiese permanecer solo e ignorado; pero antes de buscar un retiro, decidió hacer una peregrinación a Roma. Al cruzar los Alpes por el paso del Brenero, ocurrió el legendario incidente que dio al santo el emblema de un oso; porque fue un oso el que atacó la caravana y mató al caballo que cargaba los bultos. Corbiniano ordenó entonces a su criado que pusiera las riendas y el freno del caballo muerto en el hocico del oso y la carga sobre sus lomos. Así se hizo, sin que la bestia opusiera resistencia alguna, y se prosiguió la marcha hasta llegar a Roma, con el oso domesticado, pero no sin que antes, al pasar por Trento, un señor del lugar le robase su mejor caballo y sin que lo despojase del otro buen animal que le quedaba un señor de Pavía. No pasó mucho tiempo sin que los dos ladrones pagasen su culpa, porque el señor de Trento murió súbitamente y el de Pavía perdió cuarenta y dos animales de sus caballerías a causa de una epidemia de elefantiasis. El papa san Gregorio II envió a Corbiniano, quien ya para entonces debía ser obispo, a predicar en Baviera. Al llegar a su destino, el santo se puso bajo la protección del duque Grimoaldo. Luego de haber aumentado considerablemente el número de los cristianos, estableció su sede en Freising, en la Alta Baviera que, sin embargo, no llegó a ser una sede episcopal regular hasta el año de 739, cuando la ocupó san Bonifacio.

San Corbiniano descubrió que su protector, el duque Grimoaldo, no obstante proclamarse cristiano, había quebrantado las leyes de la disciplina de la Iglesia, al casarse con la viuda de su hermano, la hermosa Biltrudis. El santo obispo rompió absolutamente todas sus relaciones con el duque, hasta que consiguió la separación de los cónyuges. Pero Biltrudis no se lo perdonó y, desde aquel momento, lanzó contra el obispo, sin reparar en medios, una implacable persecución, con la esperanza de volver al lado del duque. La persecución comenzó con una campaña de acusaciones falsas (como la de extranjero pernicioso, espía, entrometido obispo inglés), destinadas a desacreditar al santo, y culminó con una conspiración en toda forma para asesinarlo. Corbiniano se refugió en Meran y ahí permaneció como desterrado voluntario en señal de protesta, hasta que el duque Grimoaldo (quien había vuelto a unirse a Biltrudis) fue muerto en una batalla y la dama fue raptada por los francos. El sucesor de Grimoaldo protegió efectivamente al obispo, quien pudo continuar, con éxito, su trabajo misionero en toda Baviera.

A su muerte, san Corbiniano fue sepultado en un monasterio que él mismo había fundado en Obermais, en la región de Meran, pero sus restos fueron trasladados a Freising, en el año de 795, por Aribo, su sucesor y su biógrafo. Aribo dice que san Corbiniano era un hombre de carácter violento, que se inflamaba con rapidez y, como un ejemplo, cita la ocasión en que cabalgaba por las calles de Freising y se cruzó con una mujer que tenía fama de ejercer la magia negra y llevaba un gran paquete de carne fresca; el obispo preguntó qué iba a hacer, y se le dijo que trataría de curar a un enfermo con sus artes. Corbiniano saltó del caballo, alcanzó a la mujer, le propinó una soberana paliza y distribuyó la carne entre los pobres.

Contamos con una excelente biografía de san Corbiniano escrita en la Edad Media por Arbeo o Aribo, que vivió poco tiempo después y fue su sucesor en la sede de Freising. Posteriormente, esa biografía fue complementada con incidentes legendarios, como el episodio del oso, por ejemplo. Bruno Krusch editó el texto original en los volúmenes cuarto y quinto de Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov.
Cuadro: Muerte de san Corbiniano, por Jan Polack, 1484/85, Alte Pinakothek, Munich.