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San Ciarano, abad

Kiriano de Clonmacnois, llamado también «el Joven» para distinguirlo de san Kiriano de Saighir, nació en la localidad de Roscommon o Westmeath. Su padre, Beoit, era carretero, aunque también se dice que era carpintero, como san José. Asimismo, se afirma que murió a los treinta y tres años (aunque probablemente era mayor) y se le tratan de encontrar otras semejanzas en sus múltiples leyendas, con la existencia terrenal de Cristo, invenciones instintivas o inconscientes de las gentes sencillas cuya sensibilidad se impresionó con la santidad de Kiriano. Su madre llevaba el nombre de Darerca, pertenecía a la tribu de los Glasraige y era nieta de un bardo llamado Glas. Es muy posible que las dos familias hayan pertenecido a las razas que poblaban el norte de Europa antes de los celtas. Debido a la tiranía de un caudillo o reyezuelo, Beoit huyó de Antrim, se refugió en Connacht y ahí nacieron sus siete hijos, entre los cuales figuraba Kiriano.

Se cuentan diversos incidentes fabulosos ocuridos durante su niñez, como la resurrección de un caballo muerto, la transformación del agua en miel y una jugarreta para hacerle una broma pesada a su madre: ésta se hallaba ocupada en la tarea de teñir telas y lo echó fuera de casa, «puesto que no era conveniente que los varones estuviesen en la casa cuando se teñían las telas» (posiblemente sólo era un pretexto para que los niños se alejaran y no entorpecieran el delicado trabajo). Kiriano se disgustó y, al salir, masculló entre dientes: «¡Que les quede una raya desteñida!» De acuerdo con los deseos del niño, las ropas salieron del baño de tinta azul con una ancha raya desteñida. Se preparó un segundo baño y, aquella vez, las telas salieron casi blancas. Pero, cuando la buena Darerca preparó un tercer baño, a Kiriano se le había pasado el enojo y la tinta fue de un azul tan intenso, que no sólo las telas sino también los perros, gatos y ramas de los árboles que tocaron el tinte, quedaron pintados de azul. Kiriano recibió las primeras enseñanzas del diácono Uis, en la iglesia de Fuerty y, al llegar a los quince años, más o menos, pidió a sus padres que le dieran una vaca para su sustento y le dejasen ir a la escuela de san Finiano, en Clonard. Su madre se rehusó, pero su padre accedió y el muchacho echó la bendición a una vaca que, desde entonces, le siguió durante el resto de su vida, la «Vaca de Kiriano» (cuya leche alcanzaba paraa proveer a todo el monasterio y los huéspedes). Desde un principio fue, en Clonard, uno de los doce elegidos que, más tarde, se conocerían como los Doce Apóstoles de Irlanda, y por aquel entonces debe haber sido el más grande entre todos porque, mientras los otros tenían que desgranar sus espigas y limpiar su grano diariamente, los ángeles bajaban para desgranar y limpiar en vez de Kiriano. San Finiano lo estimaba más que a cualquiera, de manera que todos, a excepción de san Columkill, estaban celosos de él.

Cuando la hija del rey de Cuala fue enviada a la escuela para que aprendiese a leer, se confió su instrucción a san Kiriano. El joven mostraba tan extraordinaria indiferencia por su alumna, que nunca le miró más que los pies. Cuando llegó el momento en que san Kiriano debió abandonar Clonard, partió hacia las Arans, donde todavía gobernaba san Enda a todo Inishmore. Allí vivió durante siete años y llegó a ser muy hábil en trillar y aventar. Kiriano partió de Arans y llegó a la isla de Scatterry. Después prosiguió su camino hacia la parte central de Irlanda y llegó a un lugar llamado Isel, donde se quedó algún tiempo en un monasterio, del que tuvo que partir porque los monjes se quejaron de que su excesiva generosidad los dejaba desprovistos. Durante su jornada, siguió a un siervo que le condujo a la localidad de Lough Ree, cerca de Athlone, por donde atravesó a la isla de Inis Aingin (Isla de Hare) y ahí vivió en el monasterio. Emprendió de nuevo la marcha, acompañado esta vez por ocho discípulos. Se sintió impulsado a establecerse en un hermoso paraje llamado Ard Manntain, pero más tarde se dominó y dijo a sus amigos: «Si vivimos aquí tendremos muchas de las riquezas de este mundo y, de entre nuestras almas, pocas se irán al cielo». Prosiguieron la marcha y, al llegar al prado cubierto de césped de Ard Tiprat sobre la ribera del Shannon, en la región de Offaly, Kiriano exclamó: «Aquí nos quedaremos, porque desde este lugar muchas almas irán al cielo y Dios y el hombre se verán para siempre».

El resto de los registros sobre la historia de Kiriano son anécdotas en relación con sus virtudes y relatos de sus milagros. Se mantiene en vigor una «ley» o regla monástica atribuída a san Kiriano el Joven, que consiste en una serie de preceptos morales y ascéticos, bastante severos por cierto; es probable que no haya sido el autor de esa regla, pero ésta representa bien el espíritu de austeridád que imperaba en los monasterios irlandeses de aquel entonces y que, hasta nuestros días, caracterizan a la religión gaélica. De acuerdo con sus biógrafos, san Kiriano sólo vivió lo bastante para gobernar su monasterio durante siete meses. Al aproximarse la hora de su muerte, pidió que le llevaran al lugar llamado Little Hill. Desde ahí, levantó la vista a los cielos y dijo: «¡Terrible es el camino de ascenso!» «No puede ser terrible para ti», replicaron sus monjes. «En verdad, repuso Kiriano, que yo sepa no he transgredido ninguno de los mandamientos de Dios y, sin embargo, aun David, el hijo de Jessé, y Pablo, el Apóstol, le temían a ese camino». Hizo el intento de acostarse y los monjes se apresuraron a quitarle las piedras para que estuviese cómodo, pero él los detuvo. «Dejad las piedras donde están y poned otras bajo mis espaldas. Aquel que persevera hasta el fin, se salvará ...» «Entonces -dice su historia- el espacio comprendido entre la tierra y el cielo, se llenó de ángeles que acudieron a recibir su alma».

Se conservan cuatro breves biografías de san Kiriano: tres en latín y una en irlandés. La primera de las escritas en latín fue editada con comentarios críticos por C. Plummer, en Vitae Sanctorum Hiberniae, con algunos datos ilustrativos tomados de las otras. Whitley Stokes nos hace accesible la biografía escrita en irlandés en su Lives of Saints from the Book of Lismore. Las traducciones de todas éstas y abundante material adicional se encuentran en un libro de R. A. S. Macalister, The Latin and irish lives of Ciaran (1921).