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Beatos Juan Hashimoto, Tecla, Luisa, Marta y 48 compañeros, mártires

Reproduzco aquí la parte pertinente del relato sobre los 188 mártires del Japón publicado en L'Osservatore Romano, con ocasión de la beatificación, en noviembre de 2008 (el escrito completo de Mons. Esquerda Bifet puede leerse en la página del grupo):

Este es uno de los martirios numerosos, o masivos, de Japón. En el martirio de Kyoto murieron cincuenta y dos cristianos quemados vivos: un samurai de alto rango, Juan Hashimoto con su esposa Tecla, encinta, y sus seis hijos, de entre tres y doce años; la mayoría eran gente sencilla del pueblo, madres jóvenes con sus hijos, que vivían agrupados en una calle de Kyoto («calle de los que creen en Dios») y que habían sido atendidos anteriormente por misioneros y catequistas, también martirizados posteriormente, algunos ya beatificados. Las madres martirizadas ofrecían a sus hijos pequeños: «¡Señor Jesús, recibe a estos niños!». Todo el grupo siguió la misma suerte: encarcelados en diversas fechas, orando y cantando en la cárcel, crucificados y quemados todos juntos, afirmaron su fe. Constan los nombres de cada uno y su testimonio cristiano y martirial, algunas familias enteras. El samurai Juan fue un apoyo para todos.

Destaca el martirio de Tecla, en medio de las llamas, sujeta a la cruz con tres hijos pequeños, consolándolos, apretando a la más pequeña, Luisa, de tres años, entre sus brazos, mientras los otros tres ardían en la cruz próxima. Destaca también la actitud martirial de la niña Marta, de siete años, que quedó ciega en la cárcel y a quien los mismos guardias quisieron liberar haciéndola apostatar; la niña Marta respondió profesando la fe en nombre de todos y pudo morir junto a su madre.

El martirio fue contemplado por numerosos cristianos y miles de paganos. De este martirio quedan numerosos testimonios, incluso de un anticatólico —trabajador de la compañía inglesa de Hirado, quien también describe la muerte y oración de Tecla con sus hijos— y de los archivos civiles japoneses. El martirio fue divulgado de inmediato en Occidente, gracias a la carta anual de Rodrigues Giram, del año 1619 —el mismo año del martirio—, que tomó los datos de la relación del padre Benito Fernández, mártir dos años después.