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Beato Wenceslao Pedernera, mártir

Wenceslao Pedernera nació el 28 de septiembre de 1936 en La Calera, departamento de Belgrano, provincia de San Luis. Sus padres, Benjamín Pedernera y Fernanda Mattus, constituían una familia humilde que vivía y trabajaba en el campo. Don Benjamín tenía un buen reconocimiento entre sus vecinos y fue en la zona delegado del peronismo en sus primeros años. Wenceslao fue bautizado el 24 de septiembre de 1938 en la catedral de San Luis. Tuvo tres hermanos: María Cecilia, Mariano (1939) y Antonio.

En su pueblo natal realizó los estudios primarios hasta tercer grado, sin poder finalizarlos, porque tuvo que ayudar a sus padres en las tareas agrícolas, igual que sus hermanos.

Vivió su adolescencia y su juventud con las vicisitudes propias de la edad en un ambiente rural tranquilo, sin sobresaltos ni conflictos, cultivando el compañerismo y la buena vecindad en tardes de futbol y de bicicleta junto a los pocos habitantes en esa zona de campo.

En 1957 fue incorporado al servicio militar obligatorio en el Regimiento de Infantería de San Luis. Tenía 21 años.

Cuatro años más tarde, en 1961, se radicó en Mendoza. Trabajó como peón rural en las fincas de las bodegas y viñedos Gargantini, en una cuadrilla recolectora de uvas, a cargo de Emiliano Cornejo, padre de Marta Ramona, “Coca”, a la que conoció, iniciando con ella una relación de noviazgo, que no fue muy prolongada. Él tenía 25 años y ella 21. Cuando decidieron el casamiento, Wenceslao se negó a hacerlo por la Iglesia, pero Coca le dijo que sus padres, que eran católicos, no lo aceptarían. En realidad su resistencia, obedecía más al poco tiempo de la relación y a su escasa práctica religiosa, que a problemas de fe. Una resistencia que no duró más de quince días. El amor pudo más y el 22 de marzo de 1962 Wenceslao (a quien sus familiares y amigos lo llamaban “Wence”) y Coca se casaron por el civil en Rivadavia y, dos días después, por la Iglesia, en la parroquia San Isidro Labrador, de la misma ciudad. De la unión nacieron tres hijas: María Rosa en 1962, Susana Beatriz en 1968 y Estela Marta en 1971.

El acercamiento de Wenceslao a la Iglesia se produjo en 1968 con ocasión de la novena a la Virgen de la Carrodilla, patrona de los viñedos, predicada por los misioneros Oblatos de María Inmaculada. En cuestiones de fe Coca llevaba la delantera, y su ejemplo arrastró a Wenceslao, conduciendo juntos una familia unida, humilde y trabajadora, que se desvivió por atender a las tres hijas que fueron llegando. De esta manera, Wence fue participando con mayor decisión y entusiasmo de las misiones populares, las semanas bíblicas y comenzó a recibir con asiduidad los sacramentos.

La casa donde vivían, que la finca Gargantini les había asignado, tenía una pequeña cocina, dos dormitorios y una gran galería. Wence y Coca dispusieron de su casa para que allí se reuniera un grupo rural de formación, donde se analizaba la realidad a la luz del Evangelio, con el acompañamiento de Juan Carlos Di Marco y de Rafael Sifre, pertenecientes al Movimiento Rural de la Acción Católica, regional Mendoza.

En 1972, Wence y Coca participaron en dos cursos de formación, en la diócesis de La Rioja, donde conocieron el trabajo del Movimiento Rural y sus propuestas para elevar las condiciones de dignidad de los trabajadores rurales, fomentando la organización de cooperativas. Entre los objetivos que se proponía este Movimiento Rural Diocesano y que podemos leer en el decreto episcopal, fechado el 10 de julio de 1972, se encuentran:

Ayudar a concretar realizaciones que signifiquen para el campesino riojano “ser más”, en el esfuerzo creativo por “tener más”.

– Promover cursos, cursillos, encuentros, proyectos, etc., a diversos niveles, para brindar con sentido creativo, al campesino riojano, los elementos fundamentales que le hagan madurar su fe cristiana, lo capaciten mejor cultural y técnicamente, y le ayuden a crear organizaciones que le hagan vivir más evangélicamente la solidaridad.

– Siendo de carácter diocesano, procurar desarrollar su misión dentro de la pastoral diocesana».

La entera dedicación de Wenceslao al Movimiento Rural Diocesano y otras tareas pastorales lo llevaron a participar en reuniones del Decanato del Oeste. A fines de 1973, por su firme compromiso y permanente disponibilidad, Wence fue designado para convocar a las reuniones de la Coordinadora de Cooperativas del Movimiento Rural, acordar fechas, enviar el temario a los participantes y hacer el informe de cada reunión.

Sus compañeros del Movimiento lo recuerdan como un hombre pacífico; y cuando se producían discusiones o enfrentamientos internos, prefería evitar todo conflicto, contribuyendo con su conducta a la armonía de la comunidad.

Conviene recordar que Wence y Coca eran, además, catequistas en la Puntilla, a las afueras del pueblo, donde estaba la capilla y luego se habilitó la Casa de Retiros. Juntaban ropa para repartir entre los más necesitados. Participaban en las actividades religiosas de la comunidad y con otras familias se reunían en su casa para leer la Biblia. Igual, los domingos para escuchar por radio la misa que celebraba Mons. Angelelli en la catedral de La Rioja.

En la Argentina de aquella época, este servicio a favor de la cooperación solidaria de los trabajadores, era sospechado y estigmatizado como subversivo, y por este motivo, particularmente después de la llegada de la dictadura militar, Wenceslao padeció varias amenazas juntamente con sus familiares. En la noche del 24 al 25 de julio de 1976, mientras se encontraba descansado en su casa, fue atacado por un grupo de hombres que lo acribilló delante de su esposa e hijas; gravemente herido, murió horas más tarde en el hospital de Chilecito, no sin antes perdonar a sus asesinos y pedir a su familia que no odiara.