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Beato Tomás Corsini, religioso

Tomás fue declarado santo por sus conciudadanos varios siglos antes de que su culto fuera confirmado oficialmente por la Iglesia, alcanzado las alturas del Paraíso sin hacer nada extraordinario, simplemente, con humildad.

El beato nació en la antigua ciudad de Orvieto en el seno de una buena familia de la que asimiló un ardiente amor a la Santísima Virgen. Desde muy pequeño aprendió a recitar todos los días oraciones en su honor, incluso recorriendo las calles de la ciudad y, cuando podía, de rodillas. Fue, pues, una decisión natural hacerse religioso, consagrándose a la Madre del Señor en la Orden fundada para Ella en 1233 por siete mercaderes florentinos. La congregación, que se iba extendiendo y destacando por la santidad de sus miembros, había llegado a Orvieto en 1260, poco antes de que naciera Tomás.

Tomás quería ser un simple hermano lego, a imitación de la Virgen, la Sierva del Señor. Estaba destinado, por tanto, a recoger limosnas, cumpliendo devotamente esta tarea. Tan humilde al mendigar como alegre al dar, fue recompensado por Dios con signos milagrosos tangibles. En contacto con las clases sociales más diversas, tocando de primera mano la miseria de los necesitados, daba cuanto podía, aunque ello significara privarse de lo necesario para su subsistencia. Entre otros, nos ha llegado un episodio singular: durante un invierno, mientras salía a mendigar, se encontró con una mujer que siempre le pedía limosna y que, estando embarazada, tenía un gran deseo de comer higos. Dada la estación, la petición era inalcanzable, pero Tomás le prometió que al día siguiente se la concedería. Después de rezar, fue al huerto y encontró, con gran alegría, el ansiado fruto. Había tres entre cinco hojas: el fraile recogió todo el ramito y se lo llevó a la mujer. El episodio quedó tan grabado en la memoria colectiva que Tomás fue llamado más tarde el fraile "de la higuera" y con ese acto asumió su típica representación iconográfica. El árbol dio más tarde frutos de un sabor muy especial.

Otros hechos excepcionales que el beato operó en vida: dos ciegos fueron curados y un niño salió ileso tras caer por un precipicio. Muchos milagros ocurrieron después de su muerte, en el año 1343. Su sepultura, junto al altar de la Virgen de los Dolores, se convirtió en lugar de peregrinación y fuente de gracias.

A principios del siglo XVII, mientras se recopilaban documentos para los anales de la Orden, el prior del convento de los Servitas de Orvieto recogió algunas memorias, documentos y muchos informes de gracias del beato Tomás que más tarde fueron importantes para la beatificación. En esa misma época se procedió al reconocimiento del cuerpo que, según antiguas memorias, estaba sepultado con el de beato Buenaventura da Pistoia, y por tanto a exponer públicamente a la veneración sus reliquias, que consolidaron aun más el culto inmemorial.

La imagen más antigua de fray Tomás se conserva en la sacristía, junto con otros medallones que representan a santos y beatos de la Orden, pintados por la hábil mano de Luca Signorelli (1445-1523), es la imagen que reproducimos en esta página.

En 1738 se llevó a cabo un nuevo reconocimiento de las reliquias: se encontró un pergamino fechado en 1343 y algunas ramitas de higuera. Analizado por expertos, el esqueleto estaba en buen estado. Una vez concluidas las operaciones, se tocaron las campanas y se cantó el Te Deum. El Papa Clemente XIII confirmó el culto el 10 de diciembre de 1768, y siguieron grandes celebraciones.

En 1902 se trasladaron algunas reliquias a la postulación de la Orden en Roma. Hoy, su cuerpo descansa bajo el altar mayor de la misma iglesia de los Servitas que, siete siglos después, siguen contando con el apoyo de la orden secular nacida pocos años antes que el humilde fraile "de la higuera".

Traducido para ETF, con escasos cambios, de un artículo de Daniele Bolognini en Santi e beati.