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Beato José Allamano, presbítero y fundador

José Allamano nace en Castelnuovo d'Asti un 21 de enero de 1851 en el seno de una familia campesina. Fue el cuarto de cinco hijos, a los tres años se quedaron huérfanos de padre. Además de la madre, tres personas tienen un papel fundamental en su formación: su maestra Benedetta Savio, san José Cafasso (su tío) y san Juan Bosco.

El 20 de septiembre de 1873 es ordenado sacerdote. Tiene 22 años. Los seis primeros años de sacerdote los pasa de formador en el seminario, pero su mayor deseo es ir a una parroquia. En 1880 se le abren nuevos caminos... el arzobispo busca un rector para el Santuario de la Consolata, patrona de Turín y piensa en él. En 1882, junto a su amigo el p. Santiago Camisassa, comienza la recuperación del Santuario y del Convictorio eclesiástico, donde se formarán los jóvenes sacerdotes.

En 1900 cae gravemente enfermo, y gracias al empuje del Cardenal Richelmy y las oraciones a la Consolata se cura milagrosamente. Diez años antes Allamano había escrito una carta pidiendo la fundación de un instituto misionero, pero la autorización no llegó hasta el 29 de enero de 1901, justo un año después de su milagrosa curación. Parten los cuatro primeros misioneros para Kenia: P. Gays, Hno. L. Falda, P. F. Perlo, Hno. C. Lusso, quienes rondan los 20 años de edad.

La fundación de las Misioneras de la Consolata será nueve años más tarde, el 29 de enero de 1910. La audiencia con el Papa Pío X, en 1909, le ayudó a ver claramente la voluntad de Dios «...si no tienes vocación para fundar religiosas, te la doy yo». A mediados de 1913, sale ya el primer grupo de monjas para las misiones. Hoy día los dos institutos están formados por hombres y mujeres unidos por la misma vocación misionera, el mismo fundador, la misma madre -la Consolata- el mismo fin: la evangelización. Consagrados para la evangelización en la obediencia, castidad y pobreza para la formación de comunidades adultas, visita a las familias, diálogo, promoción humana, justicia y paz, comunión, que se resume en palabras del beato José Allamano: «primero santos, después misioneros».