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Beato Elías del Socorro Nieves del Castillo, presbítero y mártir

Mateo Elías Nieves del Castillo nació el 21 de septiembre de 1882 en Yuriria, Guanajuato. Fue frágil de salud desde su nacimiento, teniendo que ser bautizado de urgencia, por el peligro que corría su vida. Después padecería tuberculosis y una ceguera temporal que le dejó como secuela cierta debilidad visual. Su infancia y juventud fueron difíciles. Principalmente por la pérdida de los padres y de otras personas que, caritativamente, se habían interesado por él. No tuvo oportunidad de estudiar ni de seguir su vehemente deseo de ingresar en la Orden Agustiniana. Maduró su vocación religiosa en una intensa vida cristiana, vivida en su parroquia, donde fue un joven comprometido con la acción pastoral.

Sólo muy tardíamente pudo incorporarse al seminario agustino. Cuando comenzó los estudios secundarios era un joven que había madurado humanamente por los muchos sufrimientos padecidos, y espiritualmente por su intensa vida cristiana. Asumió, con humildad, compartir aula y régimen de seminario con compañeros adolescentes. Tenía 28 años de edad cuando realizó su primera profesión. En ese momento tan importante de su vida se puso en manos de María, añadiendo a su nombre de bautismo el título agustiniano del Socorro.

Fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1916, a los 33 años de edad. Eran tiempos políticamente borrascosos. Sabía que le esperaba un ministerio difícil, pero le urgía el amor a su gente. «¡Sálvalos, Señor, que perecen!», decía con frecuencia. Después de ejercer el ministerio sacerdotal en Yuriria, Aguascalientes, Maravatío y Pinícuaro, Michoacán, donde dejó buenos recuerdos, fue asignado a la comunidad de la Cañada de Caracheo, Michoacán. Ejerció su ministerio en medio de gentes sencillas, entregándose a ellas con alegría y dedicación. La escuela de la pobreza hizo de él un hombre que supo vivir con sobriedad. No eran momentos para empeñarse en grandes obras. El Padre Elías del Socorro fue grande en la fidelidad a lo sencillo.

Fue muy amigo de los pobres a los que socorría en sus necesidades; celebraba con fervor la misa y era muy devoto de la Santísima Virgen. Concluyó su vida después de un periodo de clandestinidad, para mantener su servicio pastoral. El Padre Nieves no quiso acatar la orden del gobierno de concentrarse en la capital, porque eso significaba abandonar su grey y no estaba dispuesto a alejarse de ellos en horas de dificultad. Quería quedarse «a pesar de todo». Por eso vivió 14 meses refugiado en una cueva, protegido por la caritativa complicidad de sus fieles, que acudían a la gruta a orar, asistir a la Eucaristía y recibir los Sacramentos.

Fue aprehendido por los federales el 7 de marzo de 1928. El capitán Márquez lo llevó con otros presos hacia Cortazar, Guanajuato. Las actas del proceso ilustran las peripecias de su prendimiento y muerte, así como el conmovedor acompañamiento de dos de sus fieles que, dejados en libertad por el pelotón asesino, no quisieron abandonar a su pastor. A pesar de su insistente ruego para que se fueran, prefirieron correr la misma suerte del sacerdote agustino, fueron los laicos José Dolores y José de Jesús Sierra.

Al llegar al lugar llamado "El Llano", los federales se detuvieron y pusieron al Padre Nieves frente a un mezquite. El Padre Elías oró, entregó a los soldados su gabán y pidió a los mismos que se hincaran para darles su bendición. Fue asesinado el 10 de marzo de 1928, cuando tenía 45 años de edad. Murió bendiciendo a los soldados que se disponían a ejecutarle y regalando su perdón y sus escasos bienes a su propio verdugo. El momento de su muerte es de una extraordinaria grandeza. Ningún testimonio tan impresionante como el del ejecutor material de su muerte, el capitán Manuel Márquez Cervantes, quien, años más tarde, manifestó: «El Padre Nieves murió como un héroe y como un santo»; conservó como recuerdo los lentes y la cobija que le había regalado el agustino antes de asesinarle. Los fieles le consideraron mártir desde la fecha del fusilamiento. Su cuerpo fue trasladado a la Iglesia parroquial de Cañada de Caracheo, Guanajuato, comunidad de unos 5 mil habitantes, la mayor del municipio de Cortazar, donde descansa bajo el altar. Se le atribuyen decenas de milagros y la gente acude en masiva peregrinación en el aniversario de su muerte. Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 12 de octubre de 1997.

Texto que tomamos, con algunos cambios, de la página Oremos Juntos, quienes indican como autor al Lic. Juan Manuel Robles Gil, de Coatzacoalcos, Veracruz, México.