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Beato Clemente de Osimo, religioso presbítero

Tenía todas las dotes del líder: prudencia y mesura, benevolencia paternal, solicitud, incansable laboriosidad. Así los biógrafos, afirmando éstas, han terminado por «olvidar» otros particulares no irrelevantes de su vida, como la fecha y lugar de nacimiento. De cierto sabemos solamente que el beato Clemente de Osimo nació a los inicios del siglo XIII, pero aun se discute si en San Elpidio (en el término de Ancona) en vez de en Osimo. Ni siquiera se nos han transmitido datos sobre su espiritualidad de los primeros años, y su experiencia, sólo se deja entender que había sido eremita; aunque es cierta e inequivoca la fecha en que ingresó a los Agustinos: 1256. Llega allí con un bagaje no indiferente de cultura y espiritualidad; apenas trece años después es elegido Provincial de la provincia de Ancona. Pero la «carrera» de Clemente al interior de la Orden no termina aquí: en 1271 es elegido Prior General, y como tal se desempeña por un trienio, luego del cual vuelve a la vida retirada que era su específica vocación. En 1284 resulta reelegido por unanimidad, confirmado en 1287, y aun en 1290. En el primer mandato la personalidad de Clemente no termina de expresarse por entero, porque resulta condicionada por las personalidades eclesiásticas del entorno (y especialmente del «cardenal-protector» Ricardo Annibaldi), pero en los sucesivos períodos resulta dejar una impronta tal, que los historiadores son concordes en afirmar que Clemente es indiscutuiblemente el más grande de los priores generales de los inicios de la Orden. No es casual que a él haya tocado reformular y promulgar las Constituciones de la Orden, una obra monumental a la que se dedica incansablemente, junto a su cohermano y amigo el beato Agustín Novelli.

Es un decidido y eficaz promotor de la unidad de su Orden, porque, además de promulgar las primeras Constituciones, se preocupa de dar a la formación de los novicios una clara orientación agustiniana, una única liturgia para toda la Orden y, al mismo tiempo dirigiendo a alumnos y profesores a la experiencia internacional, con la apertura de nuevas casas y estudiantados en París, Roma, Bologna, Padua y Nápoles. Con él la devoción mariana deviene una tradición de la Orden, y Clemente la promulga, tan devoto como es él mismo de la Madonna. Los biógrafos no omiten registrar hechos prodigiosos (como agua cambiada en vino), que distinguen el priorato de Clemente, como un sello de Dios sobre su obra. Murió el 8 de abril de 1291, a pocos meses del inicio de su cuarto mandato. Los hechos prodigiosos en torno a su tumba se multiplicaron, y la Orden los ha conservado en su memoria a través del tiempo, rodeándolo de veneración. Por este motivo el papa Clemente XIII confirmará el culto «ab immemoriabili» en 1761. Se festeja en la Orden junto al beato Agustín Novelli, que colaboró con él en la redacción de las Constituciones y que fue su sucesor como Prior General.

Traducido para ETF del artículo de Gianpiero Pettiti.