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San Norberto de Magdeburgo, obispo y fundador

El lugar de nacimiento de san Norberto fue la ciudad de Xanten, en el ducado de Cl茅ves. Su padre, Heriberto, conde de Gennep, estaba emparentado con el emperador; su madre, Eduviges de Guisa, descend铆a de la noble casa de Lorena. No obstante que el noble jovencito parec铆a no ambicionar nada m谩s que una vida de diversiones y placeres, decidi贸 de pronto abrazar la vida religiosa, recibi贸 las 贸rdenes menores, incluyendo el subdiaconato, y se le dio una canonj铆a en la iglesia de San V铆ctor, en Xanten, as铆 como otros beneficios. En la corte del emperador Enrique V, quien le nombr贸 su limosnero, Norberto particip贸 en las diversiones, pero ya con cierto desgano, como si le preocuparan otros asuntos m谩s serios. Cierto d铆a, cuando cabalgaba a campo traviesa, en las proximidades de la aldea de Wreden, en la Westfalia, fue sorprendido por una tempestad violent铆sima. El caballo, asustado por el fulgor de un rayo, hizo caer a su jinete y Norberto qued贸 tirado, sin conocimiento, durante casi una hora. Las primeras palabras que pronunci贸 al volver en s铆, fueron las de San Pablo en el camino a Damasco: 芦隆Se帽or! 驴Qu茅 quieres que yo haga?禄 A esta pregunta respondi贸 una voz interior: 芦Ap谩rtate del mal y haz el bien: busca la paz y persig煤ela禄.

La conversi贸n fue tan repentina y absoluta como la del gran Ap贸stol de las Gentes. Norberto se retir贸 inmediatamente a Xanten para entregarse a la oraci贸n, el ayuno, la meditaci贸n y el examen de su vida pasada. Despu茅s, hizo un retiro en la abad铆a de Siegburg, en Colonia, donde qued贸 bajo la ben茅fica influencia del abad Conon. Estaba entonces en la etapa de preparaci贸n para recibir las 贸rdenes sacerdotales, las que hasta entonces se hab铆a mostrado rehacio a tomar, pese a su canonj铆a. Frederick, el arzobispo de Colonia, le confiri贸 el sacerdocio y el diaconado en 1115. En esa ocasi贸n apareci贸 vestido con una zalea atada a la cintura con una cuerda, a fin de manifestar p煤blicamente su determinaci贸n de renunciar a las vanidades del mundo. Al cabo de otros cuarenta d铆as de retiro, regres贸 a Xanten, decidido a no apartarse ni un 谩pice de la vida evang茅lica. La forma vigorosa que usaba en sus exhortaciones, sumada a ciertas aparentes excentricidades en su comportamiento, le crearon enemigos y, durante el Concilio de Fritzlar, en 1118, fue denunciado ante el delegado del Papa, como un hip贸crita y un reformador, lleg谩ndosele a acusar de haberse dedicado a predicar sin tener licencia y sin que nadie le hubiese asignado esa misi贸n. La actitud que asumi贸 entonces Norberto, debe haber disipado todas las dudas respecto a su sinceridad. Vendi贸 todas sus propiedades en casas, campos y terrenos; el producto de la venta, junto con el resto de sus bienes, lo distribuy贸 entre los pobres y no reserv贸 para s铆 m谩s que cuarenta marcos de plata, una mula (que muri贸 pronto), un misal, las vestiduras indispensables, un c谩liz y una patena. Entonces, en compa帽铆a de dos asistentes, servidores suyos que se hab铆an negado a abandonarle, viaj贸 a pie y descalzo hasta Saint Guilles, en el Languedoc, donde resid铆a el exilado pont铆fice Gelasio II. A los pies del Vicario de Cristo hizo una confesi贸n general de sus errores e irregularidades y ofreci贸 cumplir cualquier penitencia que se le impusiera. En respuesta a su solicitud, el Papa le autoriz贸 a predicar el Evangelio en cualquier parte que eligiese. Provisto de su licencia, san Norberto reanud贸 su marcha, descalzo sobre la nieve, puesto que era pleno invierno, e insensible, al parecer, a las inclemencias del tiempo. Al llegar a Valenciennes, sus dos compa帽eros cayeron enfermos y murieron. Pero no por eso Norberto qued贸 solo; a煤n se hallaba en Valenciennes cuando recibi贸 la visita de Burchardo, arzobispo de Cambrai y su joven capell谩n, el beato Hugo de Fosses. El arzobispo se mostr贸 asombrado ante el cambio que se hab铆a operado en el hombre a quien conoci贸 como un cortesano frivolo, mientras que la impresi贸n de Hugo fue tan profunda, que en aquel momento decidi贸 seguir a Norberto. Con el correr del tiempo, lleg贸 a ser el disc铆pulo m谩s fiel del santo y, eventualmente, le sucedi贸 como superior de su orden.

En 1119, cuando el Papa Calixto II ocup贸 el puesto que dej贸 vacante Gelasio II, San Norberto fue a Reims, donde el Pont铆fice asist铆a a un concilio, para obtener una renovaci贸n de las sanciones recibidas del Papa anterior. A pesar de que el santo no lleg贸 a realizar los prop贸sitos que persegu铆a, Bartolom茅, el obispo de Laon, obtuvo permiso para retener al misionero en su di贸cesis, a fin de que le ayudara a reformar al grupo de can贸nigos regulares de San Mart铆n, en Laon. Pero como los can贸nigos no se mostraban bien dispuestos a aceptar las estrictas reglas impuestas por san Norberto, el obispo ofreci贸 a la elecci贸n del santo varios sitios en los que pod铆a fundar su propia comunidad religiosa. Norberto escogi贸 un valle solitario, llamado de Pr茅montr茅, enclavado en el bosque de Coucy, que hab铆a sido abandonado antes por los monjes de San Vicente de Laon, a causa de la infertilidad del suelo. Ah铆 empez贸 con trece disc铆pulos, pero el n煤mero creci贸 r谩pidamente y fueron cuarenta los que hicieron su profesi贸n el d铆a de Navidad de 1121. Llevaban h谩bito blanco y segu铆an la regla de san Agust铆n, con algunos reglamentos adicionales. Su manera de vivir era extremadamente austera, pero en realidad, su instituci贸n no era tanto una nueva orden religiosa, como una reforma a los c谩nones regulares. Con extraordinaria prontitud se extendi贸 la instituci贸n a otros pa铆ses, y muchas personas distinguidas de ambos sexos se ofrecieron como postulantes e hicieron donaciones de terrenos para nuevas fundaciones. Cuando la nueva organizaci贸n contaba con ocho abad铆as y uno o dos conventos de monjas, san Norberto manifest贸 el deseo de asegurar una aprobaci贸n m谩s formal de sus constituciones. Con este prop贸sito, emprendi贸 un viaje a Roma, en 1125 y obtuvo todo lo que pidi贸 del Papa Honorio II. Los can贸nigos de San Mart铆n, en Laon, que no hab铆an querido someterse antes a las reglas, se colocaron voluntariamente bajo el mando de san Norberto, lo mismo que los monjes de la abad铆a de Vervins.

Otro hombre de grandes riquezas y calidad, Teobaldo, conde de Champagne, aspiraba a ingresar en la Orden, pero san Norberto, al comprobar que le faltaba la vocaci贸n, le disuadi贸, inst谩ndole en cambio a que se casara y continuase cumpliendo con los deberes de su alta posici贸n. Al mismo tiempo, le entreg贸 un peque帽o escapulario blanco para que lo llevara siempre al cuello y le impuso la obligaci贸n de cumplir con ciertas reglas y devociones. Esta fue, al parecer, la primera ocasi贸n en que una orden religiosa reconoci贸 la afiliaci贸n de un laico que habr铆a de seguir viviendo en el mundo exterior, y se cree que la idea de crear terciarios seculares proviene de los Premonstratenses de Santo Domingo. Cuando el conde parti贸 a Alemania para casarse, en 1126, se llev贸 al santo consigo. Los viajeros visitaron, de paso, la ciudad de Speyer, donde el emperador Lotario realizaba una dieta y, al mismo tiempo que ellos, llegaron los miembros de una delegaci贸n de Magdeburgo para solicitar al monarca que nombrase un obispo para su sede vacante.

Lotario eligi贸 a san Norberto. Los mismos delegados lo condujeron a Magdeburgo, y el nuevo prelado entr贸 a la ciudad descalzo y tan pobremente vestido que, seg煤n se cuenta, el portero de la residencia episcopal le impidi贸 la entrada y le mand贸 a colocarse en la fila de los mendigos que aguardaban su limosna. 芦隆Pero si este hombre es nuestro obispo! -clamaron indignados algunos de los que acompa帽aban al santo-. Es verdad; pero no te preocupes -explic贸 Norberto al azorado portero-. T煤, querido hermano, me has juzgado mejor que aquellos que me trajeron aqu铆禄.

En su nueva dignidad conserv贸 las pr谩cticas austeras del monje, y la residencia episcopal adopt贸 el severo aspecto de un claustro. Pero si bien en lo personal manten铆a su humildad y no ped铆a m谩s que lo estrictamente necesario para vivir, se mostr贸 exigente e inflexible en sus resoluciones para resistir y combatir cualquier intento de despojar a la Iglesia de sus derechos. Muchos laicos poderosos y magnates locales hab铆an aprovechado la debilidad de las anteriores autoridades eclesi谩sticas para adue帽arse de gran parte de las propiedades de la Iglesia. San Norberto no vacil贸 en emprender una en茅rgica campa帽a contra ellos, consider谩ndolos como ladrones comunes. Buen n煤mero de cl茅rigos llevaban una existencia disipada y a veces escandalosa, dejando abandonadas sus parroquias y desentendi茅ndose de su obligaci贸n de mantenerse c茅libes. Cuando no quer铆an entender por razones, el obispo recurr铆a a m茅todos en茅rgicos, impon铆a castigos a algunos y expulsaba a otros, y a 茅stos los reemplazaba, a veces, con sus can贸nigos premonstratenses.

Como siempre, sus reformas tuvieron muchos enemigos; sus opositores unieron sus fuerzas para desacreditarlo y para instigar al pueblo a atacarlo. En dos o tres ocasiones, el obispo estuvo a punto de perecer asesinado y, una vez, la plebe le atac贸 mientras oficiaba en su catedral. La rebeli贸n lleg贸 a tal extremo, que el santo decidi贸 alejarse de la ciudad y dejar a las gentes que se las arreglaran como mejor pudieran. La medida result贸 acertada, porque el pueblo se encontr贸 de pronto bajo la censura eclesi谩stica y, en poco tiempo, una delegaci贸n de ciudadanos fue a pedir a san Norberto que regresara, no sin haberse comprometido a mostrar mayor sumisi贸n a sus mandatos en el futuro. Antes de que terminaran los d铆as de san Norberto, ya hab铆a conseguido realizar con 茅xito la mayor parte de sus proyectadas reformas. Durante todo el tiempo, no ces贸 de dirigir sus casas premonstratenses, con la ayuda de su fiel disc铆pulo, el beato Hugo y, durante varios a帽os antes de su muerte, desempe帽贸 un papel de importancia en la pol铆tica de la Santa Sede y del Imperio.

Al morir el Papa Honorio II, un infortunado cisma dividi贸 a la Iglesia. Parte del Colegio de Cardenales hab铆a elegido al cardenal Gregorio Papareschi, quien adopt贸 el nombre de Inocencio II, mientras que el resto escogi贸 al cardenal Pierleone. Este 煤ltimo, que se hizo llamar Anacleto II, contaba con las simpat铆as de los romanos, de manera que Inocencio se vio obligado a huir a Francia. Ah铆 se le acept贸 como al Pont铆fice legal, gracias a los esfuerzos de san Bernardo y san Hugo de Gr茅noble. Al concilio que este Papa convoc贸 en Reims asisti贸 san Norberto, quien abraz贸 la causa del Pont铆fice desterrado y le conquist贸 tantos partidarios en Alemania, como San Bernardo le hab铆a conseguido en Francia. Fue Norberto quien convenci贸 al emperador para que declarase su apoyo a Inocencio. A pesar de que tanto Francia como Alemania, Inglaterra y Espa帽a, reconoc铆an al Papa exilado, era imposible enviarlo a Roma sin el respaldo de las fuerzas armadas; fue entonces cuando, por influencia directa de san Norberto, el emperador Lotario consinti贸 en conducir un ej茅rcito hacia Italia. En mayo de 1133, el emperador y el Papa Inocencio II entraron a la Santa Sede, acompa帽ados por san Norberto y san Bernardo.

Como una muestra de reconocimiento a sus notables servicios, san Norberto recibi贸 el palio, pero ya para entonces sus actividades iban a cesar definitivamente. Al regresar a Alemania, tras el triunfo en Italia, el emperador Lotario rog贸 al santo, con m谩s insistencia que nunca, que asintiera en ser su canciller, pero Norberto persisti贸 en su negativa, y el emperador ya no le inst贸, puesto que evidentemente su salud declinaba con alarmante rapidez. En los veinte a帽os que hab铆an transcurrido despu茅s de su ordenaci贸n hab铆a acumulado el trabajo de toda una vida y ya era un moribundo cuando lleg贸 a Magdeburgo. Expir贸 el 6 de junio de 1134, a los cincuenta y tres a帽os de edad. En 1627, el emperador Fernando II traslad贸 sus reliquias a la abad铆a Premonstratense de Strahov, en Bohemia. El Papa Gregorio XIII lo reconoci贸 oficialmente como santo en 1582.

Las biograf铆as modernas son muy numerosas, especialmente las escritas en alem谩n y en flamenco; tal vez la mejor sea la de A. Zak, Der Heilige Norbert (1930). En franc茅s se recomienda la de E. Maire (1922) y la de E. Madelaine (1930). V茅ase tambi茅n a C. F. Kirkflet, History of S. Norbert (1916); F. Petit La Spiritualit茅 des Pr茅montr茅s aux XII et XIII si茅cles (1947).