Durante el reinado del emperador Constantino, Marco de Aretusa demoli贸 un templo pagano y construy贸 una iglesia, convirtiendo a muchos a la fe cristiana. Al hacer esto, se granje贸 el resentimiento de la poblaci贸n pagana, que, sin embargo, no pudo vengarse mientras el emperador fuera cristiano. Su oportunidad lleg贸 cuando Juliano el Ap贸stata ocup贸 el trono y proclam贸 que todos aquellos que hubieran destruido templos paganos deber铆an reconstruirlos o pagar una fuerte multa. Marco, que no pod铆a ni quer铆a obedecer, huy贸 de la furia de sus enemigos, pero enter谩ndose de que algunos de sus fieles hab铆an sido aprehendidos, regres贸 y se entreg贸. El anciano fue arrastrado por los cabellos a lo largo de las calles, desnudado, azotado, arrojado en una sentina de la ciudad y despu茅s entregado al arbitrio de j贸venes escolares para que lo punzaran y desollaran con agudos estiletes. Ataron sus piernas con correas tan apretadas, que le cortaron la carne hasta el hueso, y le arrancaron las orejas con peque帽os cordeles. Finalmente, lo untaron de miel y encerr谩ndolo en una especie de jaula, lo suspendieron en alto al medio d铆a, bajo los ardientes rayos del sol de verano, para que fuera presa de las avispas y moscones. Conserv贸 tanta calma en medio de sus sufrimientos, que se mof贸 de sus verdugos por haberlo elevado m谩s cerca del cielo, mientras ellos se arrastraban sobre la tierra.
A la larga, la furia del pueblo se torn贸 en admiraci贸n y lo dejaron en libertad, en tanto que el gobernador acud铆a a Juliano para recabar su perd贸n. Eventualmente, el emperador lo concedi贸, diciendo que no era su deseo dar m谩rtires a los cristianos. A煤n el ret贸rico pagano, Libanio, parece haberse dado cuenta de que la crueldad que provoc贸 tal hero铆smo solamente fortaleci贸 la causa cristiana, e implor贸 a los perseguidores que desistieran en su persecuci贸n. Nos cuenta el historiador S贸crates que la poblaci贸n de Aretusa qued贸 tan impresionada con la fortaleza del obispo, que muchos pidieron ser instruidos en una religi贸n capaz de inspirar tal firmeza, y que muchos de ellos abrazaron el cristianismo. As铆, Marco fue dejado en paz hasta el fin de su vida y muri贸 durante el reinado de Joviano o el de Valente. San Gregorio Nazianceno, Teodoreto y Sozomeno le rinden homenaje al relatar sus sufrimientos.
Ver el Acta Sanctorum, marzo, vol. III, y Delehaye, Synax. Constant., pp. 565-568.