La misericordia penetra en nuestros corazones solamente si tambi茅n nosotros sabemos perdonar, incluso a nuestros enemigos. Aunque para el hombre parece imposible cumplir con esta exigencia, el coraz贸n que se entrega al Esp铆ritu Santo puede, a ejemplo de Cristo, amar hasta el extremo de la caridad, cambiar la herida en compasi贸n, transformar la ofensa en intercesi贸n. El perd贸n participa de la misericordia divina, y es una cumbre de la oraci贸n cristiana.