En tiempo de la persecución de Decio, mediados del siglo III, uno de los lugartenientes de este emperador se presentó en Cesarea de Bitinia para ejecutar el edicto promulgado contra los cristianos. Leucio, que era uno de los ciudadanos principales de aquel lugar, se atrevió a reprocharle su ardor por el culto a los ídolos. Inmediatamente fue por ello castigado con toda suerte de tormentos y, finalmente, decapitado. En el momento en que el lugarteniente estaba a punto de abandonar la ciudad, un célebre atleta llamado Tirso, que había admirado la constancia de Leucio en los tormentos, se presentó a este oficial y públicamente le reprochó su idolatría. No pudo tolerar tal audacia el gobernador y, sin más forma procesal, entregó a Tirso a los verdugos. Pero a lo largo de las torturas infligidas a Tirso, se produjo toda una serie de prodigios. La víctima fue conducida a Apamea y, de allí, a Apolonia. Un gran sacerdote de los ídolos, llamado Calinico, se convirtió y fue decapitado con otros quince sacerdotes que siguieron su ejemplo. Al fin, Tirso sucumbió a los diversos suplicios que sucesivamente se le infligieron.
Se debe, sobre todo, a la difusión del culto de san Tirso, el que estos mártires hayan sido ilustres. Puede que haya habido una traslación del cuerpo de san Tirso a Nicomedia, aunque no se puede afirmar con certeza. A fines del siglo IV fue trasladado de Apolonia a Constantinopla. En Occidente, el culto a este santo se propagó por ambos lados de los Pirineos. El resumen de las Actas muestra que los tres mártires no murieron el mismo día, sino que Leucio murió primero, después Calinico y, por último, Tirso. Por eso en el Martirologio Jeronimiano los nombres están colocados el 18, el 20 y el 25 de enero, y el 27 para los restantes anónimos compañeros. El redactor del Martirologio Romano adoptó el 28 de enero para todo el grupo, y así se celebró en Occidente. Sin embargo, tanto en menologios orientales como en algunos santorales antiguos aparece inscripto el conjunto el 14 de diciembre, y a esta fecha se ha trasladado la celebración en el nuevo Martirologio Romano.
En España tuvo gran difusión, a partir del siglo XVI, un mártir supuestamente toledano, de nombre Tirso, cuyas características respondían al san Tirso oriental, y se celebraba el 28 de enero; evidentemente, se trataba sólo de una nacionalización (muy frecuente) del mismo santo que celebramos hoy, lo que ha dado por resultado una amplia variedad de obras artísticas y templos dedicados al mártir en el centro y norte de España. Por supuesto que el san Tirso español ya no figura en el Martirologio. La talla reproducida es de origen vallisoletano, del escultor Esteban de Rueda (1585-1626), y representa el martirio de san Tirso, tal como era representado habitualmente en la época; es de hacia 1620, y se encuentra en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, en Benafarces, Valladolid.
Ver Acta sanctorum, 28 de enero (pp.808-832); Quentin, Les martyrologes hist., du Moyen Age, p. 191; Delehaye, Les origines du cuite des martyrs, pp. 69, 102, 191, 223, 274. Sobre el san Tirso español puede leerse una hagiografía en el «Suplemento á la última edición del año christiano del Padre Juan Croiset...», pág 38 y sig. La imagen junto con sus datos han sido tomados de una página de la Diputación de Valladolid; allí mismo se hallará más información sobre el autor, su obra, y esta obra en particular.