En la mentada persecución de Valeriano, tres fueron los que en Cesarea de Palestina sobresalieron por su confesión de Cristo y, arrojados como pasto a las fieras, se adornaron con el divino martirio. Uno de ellos se llamaba Prisco, el otro Malco y el tercero Alejandro. Se dice que éstos vivían en el campo y que primero se acusaron a sí mismos de negligencia y cobardía por mostrarse indiferentes a los premios que la ocasión repartía a los que ardían de celeste deseo y por no arrebatar anticipadamente la corona del martirio; y que después de haber deliberado así, se encaminaron a Cesarea, se presentaron ante el juez y lograron para su vida el final que acabamos de decir.
Como puede verse, es poco lo que se puede agregar a la noticia de estos mártires tal como la reproduce el elogio del Martirologio Romano. El hecho está tomado de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea; pero a pesar de ser mártires de Palestina, no forman parte de la narración que se nos conservó como apéndice al libro VIII (y que contiene principalmente mártires de la persecución de Dioclesiano), sino que está en el libro VII, a continuación del relato de unos mártires que Eusebio toma de una carta de Dionisio de Alejandría.
Este pequeño detalle resulta importante, porque ocurrió que la carta de Dionisio hablaba de mártires de la persecución de Decio (249-252), mientras que Eusebio se confundió y creyó que hablaba de mártires de la persecución de Valeriano (hacia el 260), así que no es posible saber si estos tres mártires de Palestina, que Eusebio indica expresamente que fueron muertos en la persecución de Valeriano, participan de la misma confusión, o para este caso el dato es más acertado. La información es de fuente oral, pero seguramente confiable (más allá del pequeño problema cronológico), ya que era la patria del propio Eusebio, de donde cuidó especialmente conservar la memoria martirial.
Este grupo de mártires, con escasas variantes en el elogio y alguna en los nombres (por ejemplo, Marco por Malco), es recogido en gran parte de los martirologios antiguos. Según una tradición las reliquias se veneraban en Bononia (actual Vidin, en Bulgaria), en la iglesia de San Juan in Monte, pero el dato es incierto.
Ver Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica VII,12, citado de la edición castellana BAC, 2008 (reimpr), trad. y notas de Argimiro Velasco-Delgado. Acta Sanctorum, marzo, III, 711.