No es infrecuente que en la transmisión de los datos hagiográficos un copista, por desconocimiento o mera confusión, cambiara el nombre de una ciudad por otra. En el caso de estos mártires, la hagiografía tradicional los sitúa en Thmuis, de Egipto, en vez de Tomis, en el Mar Negro (actual Constanza de Rumania). El relato de las «actas» narra lo siguiente:
El gobernador de la Tebaida, en Egipto, mandó que compareciesen ante él los diecisiete cristianos de Oxirrinco que habían sido denunciados como «los únicos que se oponen al decreto imperial, insultan a los dioses con su impiedad y desprecian a este tribunal, burlándose de vuestros mandatos». Eran éstos: el tribuno Marcelo, su esposa Mamea y sus dos hijos; un obispo y tres clérigos; un soldado, siete laicos y una mujer. El gobernador, ante el cual comparecieron en Thmuis cargados de cadenas, trató de persuadirlos para que obedeciesen; como no lo consiguiese, los condenó a las fieras. Al día siguiente, ya en el anfiteatro, intentó todavía salvarlos, diciéndoles: «¿No os avergonzáis de adorar a un hombre que murió y fue sepultado hace mucho tiempo por orden de Poncio Pilato? Según me dicen, todavía se conservan las actas de ese proceso». Los cristianos no prestaron oídos a las palabras del gobernador. El autor de las «actas» pone en labios del obispo Milecio una confesión de la divinidad de Jesucristo claramente inspirada en las controversias arrianas y las definiciones del Concilio de Nicea. Los mártires murieron por la espada, según se refiere, porque los osos no les hicieron daño alguno y el fuego los dejó ilesos.
La evidencia de culto antiguo no alcanza a los diecisiete mártires mencionados en estas «actas» sino a los cinco que se mencionan en el elogio. Las actas se encuentran en Acta Sanctorum, agosto, vol VI, pp. 14-15.