El Piceno, antigua región al centro de Italia, del lado del Adriático, fue escenario de varios martirios en las persecuciones del Imperio Romano. Así lo atestiguan tanto los martirologios más antiguos como la tradición cúltica. Aunque con el correr del tiempo, las historias de los mártires iban adquiriendo formas noveladas, y en muchos casos se agrupaban en una misma circunstancia histórica mártires que no habían tenido verdadera relación entre sí.
Esto pasó con los santos Florencio y Diocleciano, mártires en la ciudad de Ósimo, del Piceno, que con el tiempo fueron fusionados en la memoria popular con san Antimo (como explicaba en la noticia correspondiente) y muchos mártires más, adquirieron un relato convencional de conjunto, y pasaron a celebrarse todos el 11 de mayo.
Lamentablemente, esto hizo que, si había algún recuerdo histórico genuino sobre ellos, se perdiera, así que hoy por hoy no podemos saber ni la persecución en la que perdieron la vida (y ganaron la eterna), ni bajo qué circunstancias concretas. Lo único persistente sobre ellos es su inscripción el día 16 de mayo y el hecho de haber dado su testimonio en la ciudad de Ósimo. Las actas legendarias hablan de que murieron lapidados, pero el dato no se puede dar como seguro.
Ver Acta Sanctorum, mayo II, pág. 613. Delehaye, Les origenes... pág 359.