El 16 de enero, relatamos la historia de los cinco misioneros franciscanos martirizados en Marruecos en 1220. Seis años más tarde, otros seis frailes de la misma orden fueron a predicar el Evangelio a los mahometanos de África; se llamaban Samuel, Ángel, León, Domno, Nicolás y Hugolino. En España se les reunió el hermano Daniel, provincial de Calabria, quien encabezó la expedición. Llegaron a Marruecos el 20 de septiembre de 1227 y se detuvieron diez días cerca de Ceuta, donde había entonces muchos europeos dedicados al comercio. El sábado 2 de octubre se confesaron, se lavaron mutuamente los pies y pasaron la noche en oración. En la madrugada del domingo, entraron en Ceuta y comenzaron a predicar en las calles.
La llegada de los misioneros provocó un tumulto. Las gentes se arrojaron sobre ellos, los golpearon y los arrastraron a la presencia del kadí. Cuando vio éste sus toscos hábitos y sus rostros barbados, pensó que estaban locos. En la prisión los trataron con suma rudeza, porque se burlaban de la religión de los moros. Daniel escribió una carta a los cristianos desde el sitio en el que se habían detenido antes de entrar en Ceuta para explicarles lo ocurrido y añadía: «Bendito sea Dios, Padre de las misericordias, que nos conforta en nuestros sufrimientos». El domingo siguiente, una vez que se puso en claro que eran misioneros y que no estaban locos, se les exhortó a abjurar de la fe, primero en grupo y después a cada uno por separado. Pero ni los halagos, ni las amenazas les hicieron mella alguna, por lo cual fueron condenados a muerte. Cada uno de los mártires se dirigió entonces al hermano Daniel y se arrodilló a pedirle la bendición y el permiso de dar la vida por Cristo. Fueron decapitados en las afueras de Ceuta. El pueblo enfurecido profanó los cadáveres; pero los cristianos consiguieron rescatarlos y darles sepultura. Más tarde, las reliquias fueron trasladadas a España. En 1516, el Papa León X concedió a los frailes menores la autorización de celebrar su fiesta.
Nota de ETF: El Butler, así como otras enciclopedias, dan a entender que León X sólo confirmó el culto, y no canonizó. No obstante. el Nuevo Martirologio Romano los inscribe como santos, sin el asterisco de culto equivalente a beato que coloca en los santos de culto local o de sólo culto confirmado. He buscado en Acta Sanctorum y efectivamente, aunque no deja del todo clara la cosa, da a entender que el acto de León X debe entenderse como una propia y verdadera canonización, y no sólo como una permisión de culto: «quos Leo X sanctorum numero adscripsit» (Oct. tomo VI, pág. 384 F). Contra esto debe tenerse presente que no figuran en ninguno de los dos listados reconocidos de santos canonizados formalmente antes de la Sagrada Congregación (Enciclopedia Cattolica, 1954, y Pierre Delooz, 1969). Dado que en esos años el proceso de canonización no estaba del todo formalizado, es frecuente que surjan estas dudas; los he inscripto como canonizados, siguiendo lo que parece ser el criterio del NMR.
El Martirologio Romano menciona a estos mártires el 10 de octubre; pero el Acta Sanctorum los menciona el 13 de octubre (vol. VI), que parece ser la fecha del martirio. Los únicos documentos que se conocen hasta ahora sobre estos mártires, son la carta de un tal fray Mariano y un relato tardío del martirio; ambos se hallan en Acta Sanctorum. Véase Analecta Franciscana, vol. III, pp. 32-33 y 613-616; A. López, La Provincia de España O.M.: Apuntes histórico-críticos (1915), pp. 61-65 y 329-330 y el ensayo poco crítico de D. Zangari, I sete frati Minori martirizzati a Ceuta (1926).