El culto de estos mártires en Roma, que data de muy antiguo, prueba que existieron realmente y que dieron su vida por Cristo; pero el relato de su martirio es una invención de fecha muy posterior. Según dicho relato, Crisanto era hijo de un patricio llamado Polemio, quien se trasladó, con su hijo, de Alejandría a Roma, durante el reinado de Numeriano. Un sacerdote llamado Carpóforo, instruyó y bautizó a Crisanto. Al enterarse, Polemio se indignó en extremo y con objeto de que Crisanto renunciase a la castidad y a su nueva religión, introdujo en su habitación a cinco mujeres de mala vida. Como la estratagema no diese resultado, Polemio propuso a su hijo que contrajese matrimonio con una sacerdotisa de Minerva, llamada Daría. No sabemos cómo ni por qué, Crisanto aceptó la proposición de su padre, convirtió a Daría al cristianismo y ambos guardaron la virginidad en el matrimonio. Juntos convirtieron a muchos personajes de la sociedad romana. Finalmente, fueron denunciados y comparecieron ante el tribuno Claudio. Este entregó a Crisanto a un pelotón de soldados, con la orden de obligarle por todos los medios a ofrecer sacrificios a Hércules. Los soldados sometieron a Crisanto a diferentes torturas, pero la firmeza del mártir fue tal que el propio tribuno, su esposa Hilaria y sus dos hijos confesaron a Cristo. También los soldados siguieron su ejemplo. El emperador mandó asesinarlos a todos. Hilaria consiguió escapar, pero fue capturada más tarde, cuando se hallaba orando ante el sepulcro de los mártires. El Martirologio Romano celebraba a san Claudio y sus compañeros el 3 de diciembre, pero la conmemoración ha sido retirada en la última revisión.
Entre tanto, Daría había sido enviada a una casa de prostitución, donde la defendió un león que se había escapado del circo. Para acabar con la fiera, los soldados tuvieron que incendiar la casa. Daría y Crisanto comparecieron entonces ante el propio Numeriano, quien los condenó a muerte. Fueron primero apedreados y después, enterrados vivos en una antigua mina de arena de la Via Salaria Nova. El día del aniversario de la muerte de los mártires, algunos cristianos se reunieron allí a orar junto a su sepulcro. El emperador se enteró de que los fieles se hallaban dentro y mandó tapiar la entrada de la mina con rocas y tierra, de suerte que los cristianos murieron ahí. Se trata de los santos Diodoro (sacerdote), Mariano (diácono) y sus compañeros, a quienes se conmemoraba también en el Martirologio anterior (1 de diciembre), y lo mismo que Claudio, han sido retirados del actual.
Es posible que san Crisanto y santa Daría hayan sido realmente apedreados y enterrados en vida en una mina. Se cuenta que su tumba y la de los cristianos martirizados el día de su aniversario fue descubierta más tarde. San Gregorio de Tours describió de oídas el santuario que se había erigido sobre la mina, pero sin nombrar a los mártires. En el siglo IX, las pretendidas reliquias de san Crisanto y santa Daría fueron trasladadas a Prüm, en la Prusia renana, y cuatro años después, a Münstereifel, donde se encuentran en la actualidad. El sepulcro de los mártires se hallaba en las cercanías del cementerio de Trasón, en la Via Salaria Nova, donde hay varias antiguas minas de arena. Se sabe que el papa san Dámaso (s. IV) escribió un epitafio para el sepulcro de los mártires, pero el que se le atribuía antiguamente data ciertamente de una fecha posterior.
Existen dos textos de la leyenda: uno griego y otro latino. Ambos se encuentran en Acta Sanctorum, oct., vol. XI. En Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum (12 de agosto), Delehaye discute muy extensamente los datos históricos. El 12 de agosto es propiamente el día de la conmemoración de estos mártires, pero se les menciona también el 20 de diciembre. Delehaye hace notar que la fecha del 25 de octubre, escogida por el Martirologio Romano para la celebración de la fiesta, proviene probablemente de un relato de la traslación de las reliquias en dicha fecha. El calendario de mármol de Nápoles (c. 850) parece confirmar esta opinión. Véase J. P. Kirsch, Festkalender (1924), pp. 90-93; y Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. III, cc. 1560-1568. En Santi e beati