El menologio de la Iglesia de Constantinopla recogía desde antiguo la celebración de estos dos mártires, Clemente de Ancira y Agatángelo. De Clemente se recoge un testimonio de san Jerónimo (Comentario a la Carta a los Gálatas), de que el mártir había nacido hacia el año 260, y que sufrió el martirio en los inicios del siglo IV, en las persecuciones de Dioclesiano y Maximiano, es decir, en torno al 304. De Agatángelo se conserva un díptico griego que dice que el mismo día (de Clemente) acabó para Agatángelo esta vida por la espada, y que fue un buen ángel (haciendo un obvio juego de palabras) quien presidió su destino. Este mismo testimonio es repetido, con pequeñas variantes, por otros menologios.
Con el tiempo fueron surgiendo "actas" espúrias del martirio de estos santos, que además de añadir los acostumbradoss detalles de la muerte, añadían más y más detalles de su vida, como que se dedicó a la instrucción de los niños, y muchos compañeros de martirio. En época de los Bolandistas, la tradición hagiográfica incluía, además de Clemente y Agatángelo, a Caritón, Cristóforo, diáconos, además de muchos niños de Ancira, a Pengonte y Eucarpio, soldados, así como un indeterminado número de mujeres, niños y hombres de Roma. Naturalmente, para unir todo esto, Clemente era llevado entre tormentos, de ciudad en ciudad, de Galacia a Roma.
Ya el propio Baronio, en la redacción del primer Martirologio Romano, descartaba toda la novelería martirológica unida a estos dos santos y se quedaba con lo históricamente admisible, lo mismo que celebramos hoy: que hubo dos mártires en Ancira de Galacia, uno de los cuales era el obispo. No conocemos la relación entre los dos, ni tan siquiera si estuvieron relacionados, aunque la iconografía habitual presenta a Agatángelo como diácono de Clemente.
Ver Acta Sanctorum, 23 de enero, pág 458,. Vetus Mart. Rom. 23 enero.