Nativo de Vietnam, ya sacerdote, pidió y obtuvo permiso para entrar en la Orden Dominicana. Ejerció por largo tiempo y con entusiasmo su ministerio apostólico, aun cuando arreciaba la sangrienta persecución anticristiana. Confinado en la cárcel, continuó brindándose por el bien de las almas, confortando y asistiendo a los católicos que estaban sufriendo la cárcel con él, o meditando intensamente y rezando. Así, con ánimo sereno y fuerte, se preparó para recibir la gloria del martirio por decapitación.
Pequeña semblanza traducida de Santi e Beati, que a su vez remite al convento Santo Domingo de Bolonia.