La gran era de los mártires en España empezó en el año 850, con el reinado de Abderramán II. Estas dos vírgenes se contaron entre las innumerables mártires que sellaron con su sangre su fidelidad a Dios durante la persecución morisca. Nunila y Alodia, que eran hermanas, vivían en Huesca. Su padre era mahometano y su madre cristiana. Las dos jóvenes habían sido educadas en el cristianismo por su madre, la cual después de la muerte de su esposo, tuvo el poco tino de casarse con otro mahometano. Éste, que era un personaje de importancia, trató con brutalidad a sus hijastras.
Nunila y Alodia tuvieron muchos pretendientes, pero, como habían decidido consagrar su virginiad a Dios, rechazaron a todos y obtuvieron finalmente el permiso para ir a vivir con una tía suya que era cristiana. Cuando Abderramán promulgó sus leyes persecutorias, las dos doncellas fueron arrestadas al punto, ya que tanto su familia como la vida piadosa que llevaban eran muy conocidas. Nunila y Alodia comparecieron gozosamente ante el juez, sin el menor temor. El perseguidor empleó primero los halagos y las promesas, pero después pasó a las amenazas. Como ninguno de los dos métodos tuviese éxito, confió a las dos jóvenes a ciertas mujeres de mala vida, con la esperanza de que el mal ejemplo hiciese su obra. Pero Cristo iluminó y protegió a sus siervas, y las prostitutas se vieron obligadas a declarar al juez que no había manera de doblegar a las dos jóvenes. Este las condenó entonces a perecer decapitadas.
Todo lo que podemos afirmar sobre Nunila y Alodia procede del Memoriale Sanctorum de san Eulogio, Libro II, cap VII (pág. 46 en la edición facsimilar de la Universidad de Granada). Véanse las citas y el comentario de Acta Sanctorum, oct. vol. IX. La imagen es una escultura de hacia el 1700 en el convento de San Salvador de Leyre, en Navarra.