Su nombre ha sido transcrito de diversas formas: Waldburgis, Walburg, Valpurgis, etc. Es una de las figuras más prominentes de entre los misioneros Ingleses que en el siglo VIII organizaron y difundieron el cristianismo en Alemania. Los guía Winfrido, más conocido después como san Bonifacio, y definido «Apóstol de Alemania», que llamó a esta empresa a muchos de sus parientes. Walburga es una de ellos: sobrina de Bonifacio, estudió en un monasterio de Wessex, y pasó luego a Alemania con otras religiosas de Inglaterra (en este mismo grupo de misioneros está también santa Lioba, animadora del monaquismo femenino en el mundo alemán).
Se sabe que vivió en el siglo VIII, de ascendencia inglesa, Walburga era hermana de los santos Willibaldo y Winebaldo, formaba parte del grupo de monjes y monjas que ayudaron a san Bonifacio (680-755) para evangelizar Alemania. Fue allí donde Walburga reencuentra a sus dos hermanos, Willibaldo, que es obispo de Eichstätt, en Baviera, y Winibaldo, que dirige en Heidenheim un monasterio «doble», formado por un grupo masculino y otro femenino, bajo un solo abad. Esta es una novedad trasplantada de Inglaterra, y aquí se convierte Walburga en abadesa después de la muerte de su hermano en el año 761: una mujer que también dirige a hombres. Guiada por ella, la abadía siguió siendo un centro de intensa irradiación religiosa y cultural, y de ayuda a la población local, según la tradición benedictina. No faltan monjas escritoras, como Ugeburga, biografa de los dos hermanos Willibaldo y Winebaldo.
Walburga guía a las monjas y monjes de Heidenheim durante dieciocho años, hasta su muerte, e inmediatamente se extendió en torno a su figura una veneración popular que perduró en el tiempo. Cerca de un siglo más tarde, el obispo de Eichstätt hace trasladar el cuerpo de Walburga a la ciudad. Su nueva tumba exuda durante un tiempo un líquido que, según algunos, sería una medicamento milagroso; voz ingenua, pero que, a su modo, transmite la fama de Walburga como auxilio de los que sufren. Venerada como santa por voz de los fieles, en su honor se establecieron dos días de fiesta: en el aniversario de su muerte (25 de febrero) y en el día de su traslado a Eichstätt, el 1 de mayo 870. Pero la noche del 1 de mayo -según remotas leyendas precristianas difundidas por el mundo germánico- era también aquella en que una multitud de brujas se entregaban a frenéticos festines, en medio de «una niebla infernal», mientras «irrumpen furiosos cantos de magia» (Goethe, «Fausto»). Por esta casual coincidencia cronológica, la imaginaria noche de las salvajes brujas se llama también "Noche de Walpurgis". Dos realidades distantes, que apenas tienen nada en común.
En el 893 hubo una ceremonia de distribución de sus reliquias, considerada como una «canonización», algunas fueron enviadas a Flandes al norte de Francia y a Renania, contribuyendo así a la propagación del culto de la santa. El rey de Francia, Carlos III el Simple (879-929), construyó en su palacio de Attigny un santuario dedicado a ella.
Traducido para ETF, con cambios menores, de un artículo de Antonio Borrelli.