El rey Sancho I de Portugal tenía tres hijas: Teresa, Sancha y Mafalda, todas las cuales alcanzaron los honores de la Iglesia. Teresa, la mayor, casó con su primo Alfonso IX, rey de León, con quien tuvo varios hijos; sin embargo, al cabo de algunos años, el matrimonio se declaró inválido, puesto que marido y mujer eran consanguíneos y se habían unido sin una previa dispensa de la Iglesia. Teresa amaba a su marido y se negaba a dejarlo, pero a fin de cuentas y tras muchas discusiones, convinieron en separarse de común acuerdo. Al regresar a Portugal, Teresa descubrió en Lorvâo, donde tenía propiedades, un monasterio de benedictinos con muy escasos monjes, quienes, por negligencia, habían dejado de observar sus reglas. En consecuencia, Teresa hizo retirar a los frailes y puso en su lugar a una comunidad de monjas de la regla del Císter. Teresa reparó y amplió el edificio para acomodar a 300 monjas y reconstruyó la iglesia.
A pesar de que se quedó en el convento y tomaba parte activa en la vida de las religiosas, no hizo profesión para tener la libertad de administrar la casa y de ir y venir cuando quisiera. Al enterarse de la muerte de su hermana Sancha, Teresa acudió al monasterio de Celias, el que había fundado Sancha, por la noche y sin anunciarse, para llevarse sigilosamente el cadáver de su hermana, que yacía dentro del féretro en el coro de la iglesia, y sepultarlo en Lorvâo. La última de las apariciones de Teresa en público, ocurrió dos o tres años más tarde. Salió de su retiro a ruegos de Berengaria, la viuda del rey Alfonso IX, el que había estado casado, primero, con Teresa, a fin de que ésta buscase la manera de arreglar las disputas entre sus respectivos hijos, sobre la sucesión al trono de León. Gracias a la mediación de Teresa, se llegó a un acuerdo equitativo y se restableció la paz en la familia. Al partir, declaró que ya estaba cumplida su tarea en este mundo y que ya nunca volvería a salir del convento.
Posiblemente fue por entonces cuando se decidió a tomar el velo. Vivió hasta el año de 1250 y, a su muerte, fue sepultada junto a la beata Sancha. El culto fue aprobado en 1705. Aunque formalmente sólo ha sido beatificada, se la encuentra indistintamente nombrada como beata o como santa, e incluso el Martirologio Romano actual la llama "santa", si bien acompaña el título con el asterisco que indica que se trata de un beato.
La biografía de Santa Teresa de Portugal, escrita por Francisco Macedo, no obstante que data del siglo diecisiete, contiene materiales auténticos, especialmente los que se recogieron con vistas al proceso de canonización. Esta biografía se reprodujo en Acta Sanctorum, junio, vol. IV y los bolandistas le agregaron algunos documentos, tomados también del proceso de canonización, así como los relatos de algunos milagros atribuidos a la intercesión de Teresa. También Henríquez cuenta su historia detalladamente, en su libro Lilia Cistercii (1633), vol. II, pp. 131-144. El Portugal glorioso e ilustrado de J. P. Bayao (1727), narra la historia de las tres hijas del rey Sancho.
Notas de ETF: antes de la última reforma del Martirologio, en esta misma fecha se celebraban, juntas, a Teresa y a Sancha (que fueron beatificadas juntas), por ese motivo hemos debido separar las biografías que en Butler se hallaban unidas. De todos modos el hagiógrafo dedicaba más material a Teresa que a Sancha. En el Martirologio actual se sitúa la muerte de Teresa en Ourem, no en Lorvâo; sin embargo, en la gran mayoría de biografías se indica esta última, y el monasterio fundado/restaurado por ella queda ciertamente allí. En el cuadro, las beatas Teresa, sancha y Mafalda, por André Gonçalves, 1735.