Se han conservado muchos incidentes maravillosos de la vida de la santa. Por ejemplo, se dice que una noche permaneció tanto tiempo en oración, que se quedó dormida y no se despertó sino hasta la salida del sol; como se vistiera apresuradamente, se le desprendió el velo de la cabeza, pero un rayo de sol lo sostuvo en el aire hasta que la santa lo recogió. En otra ocasión, una viuda le llevó el cadáver de su hijito para que lo resucitara; Milburga reprendió a la mujer, pero ésta se negó a partir. Entonces la santa se tendió por tierra a orar e inmediatamente se vio rodeada por un fuego celestial. Una de las religiosas, que entró en aquel momento, gritó alarmada, creyendo que se trataba de un incendio; pero el fuego desapareció en el mismo instante y la santa depositó en brazos de la viuda al niño resucitado. Después de una vida de santidad y milagros, Santa Milburga sufrió una larga y penosa enfermedad que soportó con gran serenidad. Sus últimas palabras fueron: «Bienaventurados los limpios de corazón; bienaventurados los pacificadores».
Su tumba fue muy venerada; pero los daneses destruyeron la abadía, y la santa cayó en el olvido, hasta la época de la conquista normanda, cuando los clunianenses construyeron un nuevo monasterio en el mismo sitio. En el curso de la construcción, dos niños que estaban ahí jugando cayeron en un agujero; los monjes excavaron un poco y descubrieron los restos de santa Milburga. Las hermosas ruinas de Much Wenlock son las del segundo monasterio. El pueblo atribuyó a santa Milburga un poder especial sobre los pájaros y empezó a invocarla como protectora contra los daños que éstos causaban en los sembrados. La diócesis de Shrewsbury celebra todavía la fiesta de la santa. Lo único que sabemos sobre otra de sus hermanas, santa Midgita [tampoco incluida en el MR actual], es que fue también religiosa y que «en su tumba se realizaron frecuentes milagros».
Las noticias que poseemos sobre santa Milburga, bastante discutibles, nos han llegado a través de Juan de Tynenouth, Capgrave, Guillermo de Malmesbury y Guillermo Thorn. Es curioso notar que los calendarios ingleses, que omiten los nombres de otros santos más importantes, nombran casi todos a santa Milburga; así, por ejemplo, el Salterio de Bosworth, escrito hacia el año 950. Ver Acta Sanctorum, febrero, vol. III; y Stanton, Menology, pp. 81-82.
En la imagen: ruinas actuales del priorato de Santa Mildburga, en Much Wenlock, del siglo XII, donde se encontraron las reliquias de la santa, como menciona el texto.