En el Martirologio anterior decía que «...santa Dominica, virgen y mártir, fue condenada a las fieras en tiempos del emperador Dioeleciano por haber destruido las imágenes de los ídolos. Como las fieras no le hiciesen daño alguno, fue decapitada, y así pasó al Señor. Su cuerpo se conserva con gran veneración en Tropea de Calabria»; la tradición popular, de la que incluso el breviario se hacía eco, señalaba a su vez que «fue martirizada a orillas del Eufrates y que los ángeles trasladaron su cuerpo a Tropea».
El culto de la santa es antiguo, pero no es originario de Tropea, en Calabria, sino de Nicomedia, en la actual Turquía. Posiblemente hayan llegado en algún momento unas reliquias de la santa a Tropea, y con el tiempo se fue formando la leyenda del traslado milagroso del cuerpo. La santa que está en el origen del culto es «Kyriaké» (Ciríaca), que se traduce al latín como «Domenica» (Dominga o Dominica). Posiblemente se refiere a la misma santa Ciríaca que los griegos celebran como mártir de Nicomedia, hija de los santos Doroteo y Eusebia, mártires también en Nicomedia (pero que no figuran en nuestro calendario). Si es esta misma, hay que situar su martirio en tiempos de Diocleciano, es decir, a comienzos del siglo IV.
Las evidencias de culto antiguo son suficientes para que la Congregación de Ritos autorizara en 1672 el culto de la santa en Tropea, pero lamentablemente en cuanto a su vida no hay más datos que las conjeturas señaladas.
Ver Butler-Guinea, artículo «Santa Dominica», 6 de julio, y Enciclopedia dei santi, art. «Santa Domenica (Ciriaca)», también 6 de julio.