Se afirma que Zoilo era hijo de un patricio cordobés, cristiano, que bautizó al pequeño y le educó en su religión. Se tiene entendido que Zoilo sufrió el martirio cuando era un jovencito todavía. Durante el reinado de Recaredo (fin siglo VI), se descubrió un cadáver al que se identificó como el de Zoilo y se edificó una iglesia en su honor para sepultar sus restos. Por el año de 1083, las reliquias de san Zoilo y las de san Acisclo fueron trasladadas por órdenes de Fernando, conde de Carrión, a la abadía benedictina que Tarasia, la madre del conde, había fundado en Carrión. El poeta Prudencio une a los dos santos, Zoilo y Acisclo, en una de sus odas.
Hay un punto que no ha escapado a la atención de los investigadores: Zoilo se ha celebrado tradicionalmente junto a un grupo de compañeros; de estos, aparecen los nombres de siete colocados en el mismo orden, tanto en las propias actas del santo, como en las «actas» espurias de santa Sinforosa, donde se afirma que aquellos siete fueron los hijos de la mártir de Tívoli, sacrificados junto con su madre, lo que hizo dudar de la realidad de los compañeros de Zoilo. El Martirologio actual lo celebra solo.
En sus discusiones sobre esta conmemoración, los bolandistas, en Acta Sanctorum, junio, vol. VII, no reproducen ninguna passio, pero si hacen citas extraídas de himnos y trovas de la liturgia mozárabe. Sin embargo, hay dos textos de la passio que, si bien tienen poco valor histórico, fueron publicados por Florez en su «España Sagrada», vol. X, pp. 502-520. Puede darse por cierto que Zoilo fue un auténtico mártir, por el hecho de que Prudencio, en el siglo quinto, ya le consideraba como una de las glorias de Córdoba, así como por haberse encontrado su nombre en el Hieronymianum. Sobre el descubrimiento de las reliquias, ver la Analecta Bollandiana, vol. LVI (1938), pp. 361-369.