El patrono principal del Trentino y del Tirol italiano es san Vigilio, quien completó la conversión de los habitantes en esos distritos, al cristianismo. Parece haber nacido en Trento, de una familia romana que, tras largos años de residencia, había adquirido la ciudadanía trentina. Fue educado en Atenas; pero de ahí en adelante no se vuelve a saber de él hasta el año de 385, cuando regresó a su ciudad natal de Trento y fue elegido obispo, no obstante que era relativamente joven para ocupar ese cargo. En una carta que le escribió su metropolitano, san Ambrosio, arzobispo de Milán, y que aún existe, le insta vigorosamente para que combata la usura y los matrimonios de cristianos con paganos y, le recomienda que ejerza la hospitalidad con los extranjeros, especialmente con los peregrinos.
Aún había gran número de paganos en las aldeas de la diócesis de Trento y hacia ellos fue san Vigilio en persona para predicarles el Evangelio. Por intermedio de san Ambrosio, obtuvo la ayuda de tres misioneros para su obra: los santos Sisinio, Martirio y Alejandro. Estos, conquistaron la corona del martirio el 29 de mayo de 395. San Vigilio escribió un relato sobre su muerte, en una breve carta dirigida a san Simplicio, el sucesor de san Ambrosio, y en otra misiva más extensa a san Juan Crisóstomo, a quien probablemente conoció en Atenas. En las epístolas, Vigilio confiesa que siente envidia por la gloria de esos apóstoles que dieron su vida por la fe y lamenta que su pobreza a los ojos de Dios no le haya hecho digno de compartir el martirio con ellos. Sin embargo, pronto habría de ser suya la corona que deseaba. Mientras predicaba una misión en el remoto valle de Rendena, se sintió impulsado a derribar una estatua de Saturno; los aldeanos, indignados, le lapidaron. Hasta hoy, Trento se ufana de poseer sus reliquias, así como las de santa Majencia, san Claudiano y san Mayoriano, de quienes se dice que fueron la madre y los hermanos de san Vigilio.
Ver el Acta Sanctorum, junio, vol. VII, donde se halla impresa la pasión. Ese mismo documento u otro semejante, fue enviado a Roma, en la época y, al parecer, ése fue el motivo por el cual, el Papa Benedicto XIV declaró que san Vigilio fue el primer mártir canonizado por la Santa Sede. Ver a Perini, en Cenni della Vita di S. Vigilio (1863) y Scriti di Storia e d'arte per il 15 centenaio di S. Vigilio (1905).