Vicente Strambi, hijo de un boticario de Civita Vecchia, nació el l de enero de 1745. Parece haber sido un niño travieso y vivaracho que gustaba de participar en las jugarretas de los muchachos. No tardó en ponerse de manifiesto la inclinación religiosa de Vicente, y sus padres la alentaron y le aconsejaron que hiciera los estudios para el sacerdocio diocesano. Así lo hizo el chico, pero durante un retiro anterior a su ordenación, quedó bajo la influencia de san Pablo de la Cruz, el fundador de los pasionistas y, el 20 de septiembre de 1768, tras de luchar contra la oposición paterna, ingresó al noviciado de la congregación. Casi desde el principio se le confiaron importantes cargos: sus misiones públicas atraían a gran número de fieles y la cosecha de almas era abundante. Apenas ordenado sacerdote, fue nombrado profesor de teología y de elocuencia sagrada y, desde la edad de treinta y cinco años en adelante, desempeñó, uno tras otro, los puestos de mayor responsabilidad en la congregación. En 1781 fue provincial y, al cabo de veinte años de trabajos para superar las muchas dificultades que se le presentaron a causa de la caótica situación de Italia, fue nombrado obispo de Macerata y Tolentino en 1801, en contra de su voluntad.
El celo infatigable por la mayor gloria de Dios y por el mantenimiento de la disciplina regular que empleó Vicente durante su obispado, tuvo como consecuencia una extraordinaria renovación del fervor, tanto entre el clero como entre los laicos, en toda aquella región de Italia. En 1808, se negó a pronunciar el juramento de sumisión al imperio de Napoleón Bonaparte, fue expulsado de su diócesis y tuvo que arreglárselas como pudo para administrarla desde lejos y por carta. Tras la caída de Napoleón, en 1813, regresó a Macerata entre jubilosas demostraciones populares, pero aún no estaba al cabo de los contratiempos. Cuando Napoleón escapó de su destierro en la isla de Elba, la ciudad de Macerata se convirtió en el cuartel general del bonapartista Murat y los diez mil hombres de su ejército. Cerca de allí se libró la batalla contra los austríacos que derrotaron completamente a las fuerzas de Murat, y éstas, durante su desordenada huida, comenzaron a saquear la ciudad de Macerata, hasta que el obispo Vicente, como otro san León, salió a enfrentarse con las hordas desenfrenadas, conjuró a Murat para que impusiera el orden y, a fin de cuentas, salvó a la ciudad de la desatada rapacidad de los soldados vencidos. El gesto intrépido del santo pastor tuvo que repetirse poco después con los mismos buenos resultados, ante los vencedores ejércitos de Austria que entraron a Macerata al salir los franceses. Sólo a él debe la ciudad el haberse salvado. Después de aquellos sucesos, se desató una epidemia de tifus y hubo una pavorosa esacasez de provisiones; en el curso de aquellas calamidades, el obispo sostuvo en alto la moral y la confianza en Dios con su heroico ejemplo. Varias de las reformas disciplinarias que impuso, provocaron un resentimiento tan profundo que, según se asegura, más de una vez se hizo el intento de asesinarlo. Al morir el papa Pío VII, el obispo Strambi renunció a su cargo y, a instancias de León XII, su fiel amigo, estableció su residencia en el Quirinal, donde actuó como consejero confidencial del Papa. Durante todas aquellas vicisitudes Vicente no había disminuido para nada las austeridades y penitencias de su vida privada, pero ya para entonces sus fuerzas se habían agotado y, tal como lo había vaticinado la beata Anna María Taigi, hija de confesión del obispo, recibió la santa comunión por última vez, el 31 de diciembre, y murió al día siguiente, l de enero de 1824, precisamente cuando cumplía la edad de setenta y nueve años. San Vicente Strambi fue canonizado en 1950.
Véanse las biografías escritas en italiano por el P. Stanislaus (1925), por Mons. F. Cento (1950), quien escribió otra biografía del mismo santo, en francés (1950), así como la del P. Joachim (1925).