Una enfermedad de los ojos cambió su vida. Nació en tiempos del reinado de los godos (siendo regidora Amalasunta, hija de Teodorico, en nombre de su hijo Atalarico, menor de edad); y fue a estudiar «al extranjero», lo que en ese momento significaba a Rávena, capital del imperio bizantino en Italia, uno de los principales focos culturales de Europa. Estudió gramática y retórica, y aquí ocurre el episodio de su enfermedad de ojos y la posterior curación, que Venancio atribuye a la intercesión de san Martín de Tours: por lo tanto decide ir a dar gracias a su tumba en la Galia. Una peregrinación de la que no volverá.
Ya en el camino fue bien recibido, en las sucesivas paradas, por familias nobles, ganadas por sus poemas en latín, que todos juzgan sublimes. En verdad -de lo que se conserva-, no siempre es así, pero entre el gran analfabetismo de la época, su cultura sorprende y encanta. Al llegar a Tours, reza ante la tumba de san Martín (a quien dedicará un poema) y luego sigue hasta Poitiers. Allí conoce a una persona excepcional, no tanto porque es una reina, sino porque se encuentra atrapada en medio de reyes y príncipes que no saben leer. Es santa Radegunda princesa triste de Turingia, casada a la fuerza con Clotario I, rey de Neustria (noroeste de Francia), a quien dejó luego de que el rey asesinara a uno de los hermanos de ella. En Poitiers, junto con su hija adoptiva santa Inés de Poitiers, fundó y dirige un monasterio. El encuentro con estas mujeres da una nueva orientación a la vida de Venancio, admirado por las dos a causa de su poesía, y a la vez atraído él por la forma en que aquellas santas viven su fe.
Es ordenado sacerdote, toma la dirección espiritual del monasterio, y continúa escribiendo. Los temas dominantes de su poesía religiosa son. el culto de la Cruz, la piedad mariana, el sentido de la muerte, y la guía espiritual de los fieles. Tiene un buen conocimiento de los Evangelios, de los Salmos, de Isaías y de algunos Padres de la Iglesia, así como de numerosos autores latinos no cristianos. Su himno «Vexilla Regis prodeunt», en honor de la Cruz, se canta aun ahora en Semana Santa (en el breviario latino), y también otros se incluyeron en el Breviario. En latín también compuso la vida de siete santos de la Galia, incluida la de Radegunda, muerta en 587.
Hacia el 600 es consagrado obispo de Poitiers, se convirtió en una figura eminente en la Galia, desgarrada por las guerras entre reinos y las masacres de familia. Su obra como poeta cristiano está inspirada por una sincera piedad y la ternura que anima a algunos de sus versos, testimonio poco común de humanidad y fe en unos tiempos de barbarie. Venancio muere un 14 de diciembre, entre el 605 y el 610, y pronto se lo venera como santo: «santo y beato» lo proclama la inscripción de su tumba en la catedral de Poitiers, compuesta hacia el 785 por Pablo el Diácono, historiador de los lombardos, invocando su intercesión.
El artículo fue traducido para ETF, con escasas adaptaciones, del original italiano de Domenico Agasso en Famiglia Cristiana, que se reproduce en Santi e beati; el himno fue traducido por Abel Della Costa a partir de la versión del breviario latino (hay variantes del mismo en otras recensiones); el patronazgo sobre pasteleros y gastrónomos proviene de unos poemas ("Hinc me deliciis") dedicados al gusto que le produjeron unas glosinas que le cocinaron Inés y Radegunda, y a quienes agradece en ellos; en este web puede leerse los poemas en latín traducidos al ingles; el dato de este patronazgo -que no aparece en los sitios que usamos habitualmente para verificar patronazgos- lo hemos tomado de Misa Tridentina, que lamentablemente no cita en este caso su fuente. Una vida mucho más detallada, con abundante mención de fuentes, e introducción a los escritos, puede leerse en Di Berardino, Patrología, BAC, tomo IV, pág. 394-420. De la amplísima bibliografía allí mencionada extraemos: para la edición de las obras, Leo y Krusch, en Monumenta Germaniae Historica, Auctores antiquissimi, vol. IV (1 y 2); acerca del culto del santo, B. de Gaiffier, en Analecta Bollandiana, vol. LXX (1952), pp. 262-284.