Una vez ocurrido el martirio de san Varo, tal como lo relata el elogio del Martirologio Romano, una cristiana llamada Cleopatra recogió el cadáver del santo, lo ocultó en un costal de lana y lo transportó a Adraha (Dere'a, al este del lago Tiberíades), donde lo sepultó. Muchos cristianos acudían a visitar el sepulcro del mártir. Cuando Juan, el hijo de Cleopatra, se disponía a abrazar la carrera las armas, la dama decidió construir una basílica en honor de san Varo y trasladar allí sus restos. Al mismo tiempo, encomendó a su hijo a la protección del santo, quien había sido también soldado. El día de la dedicación de la basílica, Cleopatra y Juan se encargaron de transportar los restos del mártir hasta el altar. Esa misma noche murió Juan. Cleopatra depositó el cuerpo de su hijo junto a las reliquias de san Varo y ahí se quedó hasta la noche siguiente, quejándose de la ingratitud del santo y pidiendo a Dios que resucitase a su hijo único. Finalmente, abrumada por la pena, cayó en un profundo sueño y vio a san Varo en toda su gloria, que conducía a su hijo de la mano. Después, se vió a sí misma cuando se arrojaba a los pies del santo en actitud de súplica. Varo volvió entonces los ojos hacia ella, y le dijo: «¿Crees que he olvidado todo lo que has hecho por mí? ¿Acaso no pedí a Dios que concediese a tu hijo la salud y una brillante carrera? Como ves, Dios escuchó mis oraciones, pues dio a tu hijo la salud eterna y le llamó a las filas de aquellos que siguen al Cordero a dondequiera que va». «Tenéis razón -replicó Cleopatra-, pero os ruego que me obtengáis la gracia de ir a reunirme con mi hijo y con vos». Al despertar, Cleopatra sepultó a su hijo junto a las reliquias de san Varo, según se le había indicado durante su sueño, y vivió consagrada a la devoción y penitencia los siete años que le restaban de vida. Fue sepultada junto a san Varo y a su hijo en la basílica que ella misma había construido.
El Martirologio Romano sólo inscribe el culto de san Varo, pero no el de Cleopatra y su hijo; sin embargo sus nombres reciben veneración como santos en el Menaion griego del 19 de octubre.
En Acta Sanctorum, oct., vol. VIII, pueden verse las actas griegas.