San Valerio, obispo «cesaraugustano», es decir, de Zaragoza, no fue mártir como su archidiácono Vicente, a quien hoy mismo conmemoramos. En realidad apenas tenemos datos sobre su vida, y si no apareciera mencionado en las Actas de san Vicente, quizás hubiera pasado desapercibido para la historia cristiana.
No sabemos ni la fecha de su nacimiento ni la de su muerte, sólo que tenía algún problema en el habla (lo dicen las actas de Vicente) y que participó del Conclio de Elvira, donde su firma aparece en el undécimo lugar entre 19 obispos firmantes. Lamentablemente, la fecha del concilio -que nos ayudaría a concretar más sobre la vida de Valerio- es discutida, y mientras unos estudiosos lo sitúan en el 303, y por tanto sería anterior al martirio de san Vicente, otros piensan que este importante concilio local no se celebró hasta después de la paz constantiniana del 314. Si ya era costumbre que los obispos firmaran los documentos por orden de edad (los más ancianos primero), el que estuviera en el puesto número 11 lo hace en el momento de mediana edad, rondando los 50 años.
Valerio, luego de ser torturado junto a su diácono Vicente, en vez de ser muerto fue exiliado; la tradición valenciana dice que fue enviado al actual barrio de Ruzafa (un barrio que actualmente está en el centro de Valencia, pero que en aquellas épocas era otro pueblo), donde más tarde murió, mientras que otros dicen que fue enviado a Huesca. En Valencia se celebra su fiesta en el barrio de Ruzafa el 30 de enero.
No tiene una fecha de conmemoración demasiado fija a lo largo de la historia, precisamente por el desconocimiento que tenemos de sus datos más elementales. En general está inscripto en los martirologios a lo largo del mes de enero, y en el Martirologio Romano anterior lo estaba en el más tradicional, el día 28, aniversario de una traslación de reliquias. Sin embargo en el Martirologio actual ha pasado al 22 de enero, pero puesto que no hay ninguna razón visible para este cambio, deduzco que se ha hecho por una muy curiosa circunstancia:
En la ciudad piamontesa de Lu Monferrato se venera desde hace siglos a un san Valerio obispo, del que se desconoce absolutamente todo. El único dato es que un 22 de enero de algún año (!) los habitantes de la zona fueron testigos de un milagro: el grano crecía espléndidamente en un campo a pesar del riguroso invierno. Al explorar el campo para averiguar la causa, encontraron los restos de un Valerio. Nada más sabían de él, pero como ya hemos comprobado, la tradición oral huye del vacío, así que frente a las reliquias milagrosas, pronto se tejió la leyenda, carente de todo fundamento, de que este Valerio había sido un obispo que sufrió martirio bajo los arrianos (en realidad la leyenda era copia de la tradición de martirio del santo patrono de un pueblo cercano). Se confeccionó el precioso relicario, se hizo la estatua, la procesión, el patronazgo, etc, pero... ¡sobre el débil fundamento de unas desconocidas reliquias milagrosas, y un nombre archicomún en la tradición latina! El culto de ese san Valerio de Lu Monferrato sigue vigente, y según puede deducirse con facilidad, el Nuevo Martirologio ha querido dar contenido cierto a la figura fantasmagórica de ese san Valerio del 22 de enero, al identificarla con el poco conocido pero real san Valerio de la historia vicentina, aprovechando la circunstancia de que el de Italia se celebra el 22 de enero, fecha tan significativa en la historia de san Vicente. Esto es, naturalmente, una hipótesis.
Ver Acta Sanctorum, enero II, pág 834ss y las Actas del Concilio de Elvira, en Documenta Catholica Omnia. Para el san valerio de Lu Monferrato ver el artículo de Damiano Pomi en Santi e beati.