Valeriano, obispo de Aquilea entre el 370 y aproximadamente el 387/388, representó el comienzo de la época más hermosa de la Iglesia de Aquilea: junto al centro episcopal floreció un notable seminario de estudios teológicos y de formación ascética. Su presencia pastoral constituyó el signo de la respuesta de la fe de Nicea contra el arrianismo, que había dominado durante dos décadas en Occidente, sobre todo en Milán. La profesión de fe nicena fue declarada abiertamente en ocasión del Concilio de la Iglesia Occidental, presidido por Valeriano, que se celebró en Aquilea en septiembre del 381, con la participación de santos obispos de Italia, Galia, África, incluyendo a san Ambrosio de Milán.