Nace hacia el 630 del rey de los francos Dagoberto I (600-639) y de la reina Regintrude. Por motivos políticos de la época, Dagoberto I entregó al hijo, un niño de cuatro años, la corona del reino de Austrasia en el 634, con Metz como capital, confiando la custodia y educación al obispo san Cuniberto de Colonia Agrippina -es decir Colonia- y al duque Adalgiso.
Unos decenios antes, en el 613, el reino Merovingio había comenzado su decadencia con la subdivisión en los cuatro reinos de Burgundia, Neustria, Aquitania y Austrasia, enfrentados entre sí. Y aun en el 641, a los 11 años, Sigeberto III se vio envuelto en una desafortunada guerra contra Turingia, mientras que desde el 643 vio crecer el poder del mayordomo de palacio Grimoaldo. Los mayordomos eran, en época merovingia, los maestros de palacio con funciones de primer ministro, y en la práctica eran quienes gobernaban, siendo los reyes en realidad «rois fainéants» (reyes no-hace-nada).
En este contexto histórico, poco se sabe de Sigeberto III. Estuvo casado con Inechilde, con quien tuvo una hija, Blethilde, y un hijo, Dagoberto II, su sucesor. Siempre apareció como rey ensombrecido, sin poder efectivo, dedicado sobre todo a obras de piedad y beneficiencia. De los documentos que han llegado hasta nosotros se recoge con certeza que fue fundador de los monasterios de Cugnon, Stavelot-Malmédy, y San Martín en Metz, aunque la tradición habla de que fue fundador de doce monasterios.
Bajo su reinado el cristianismo se difundió profundamente en Austrasia, y él mismo protegió y favoreció las actividades de los santos obispos Amando y Remaclo. En una carta escrita al obispo de Cahors, Desiderio, Sigeberto le cuenta que la paz es estable en su reino, y que su mirada estaba puesta en una vida vivida en gracia de Dios, en la paz de su pueblo, y en la santidad. El papa Martín I pidió a Sigeberto ayuda contra la herejía monotelita que venía de Bizancio.
El santo rey murió con apenas 26 años, el 1 de febrero del 656 en Metz, y fue sepultado en el monasterio de San Martín que él mismo había fundado. Su culto surgió cuando en 1063 sus reliquias fueron recuperadas en el mismo monasterio a causa del derrumbamiento de la cripta, pero fue un siglo más tarde, en el 1170, cuando las reliquias fueron "elevadas", es decir, depositadas en un altar, y por tanto consideradas oficialmente (en las costumbres de la época) como de un santo.
Con la definitiva destrucción del monasterio, en 1552, las reliquias fueron llevadas al convento de San Jorge, en Nancy. Luego los duques de Lorena, que se consideraban sucesores del santo rey, fomentaron su culto, nombrándolo en 1742 patrono del Ducado, y trasladando sus reliquias a la catedral de Nancy, ciudad de la que es patrono hasta hoy. Sin embargo buena parte de estas reliquias fueron quemadas en 1797, en la Revolución, y las que sobrevivieron se dispersaron por distintas ciudades francesas. Es invocado para la resolución de conflictos políticos y contra el mal tiempo.
Artículo traducido para ETF -con algunos cambios- de uno de Antonio Borrelli.