Era de Borgoña, de donde su padre, el duque Radeberto, era gobernador. Su nombre aparece como Ragneberto o Ramberto. Educado esmeradamente por su padre, llegó a ser un joven piadoso y un buen caballero, valeroso en las acciones de guerra. Su sentido de la justicia le llevó a manifestar su desacuerdo con la conducta caprichosa y tiránica de Ebroino, el maestro de palacio del reino de Neustria. Este no dudó en hacerlo arrestar y condenarlo a muerte como enemigo público. San Audoeno, arzobispo de Rouen, intervino a favor del condenado a muerte y logró que le fuese conmutada la pena por la de destierro. Fue deportado a los confines con el Bugey y confiado a la vigilancia del feudatario Teudefredo. Pero éste recibió la secreta consigna de acabar con la vida del desterrado y se disponía a hacerlo cuando lo detuvo la bondad y mansedumbre de Ragneberto. Poco después Teudefredo murió.
Ebroino envió entonces dos emisarios que localizaron a Ragneberto a la orilla del río Albarine y le dieron muerte a lanzazos el 13 de junio de 680. Los monjes del vecino monasterio de San Domiciano recogieron su cuerpo y lo sepultaron en su claustro. La fama de mártir -muerto en defensa de la justicia- acompañó enseguida su memoria y se comenzaron a registrar milagros obrados en su tumba. En el lugar de su muerte se erigió una cruz.