Desde los primeros siglos, siempre ha sido muy difícil encontrar información cierta sobre los mártires, ya que, aunque constituyen el grupo más grande de los santos, los cristianos probablemente nunca han considerado apropiado recopilar los detalles de su existencia terrena, sino más bien poner la debida atención en el último testimonio de la fe cristiana, hecho en el derramamiento de su sangre. Este problema existe incluso en mártires de los tiempos modernos, especialmente si vive en algún rincón remoto del planeta, o si ha muerte a una edad temprana. Y éste es ciertamente el caso del que celebramos hoy, San Pedro Yu Tae-ch’ol, de nacionalidad coreana y muerto con los trece años apenas.
Pedro nació en 1826 en Ipjeong, cerca de Seúl. A la edad de trece años -aproximadamente, porque no sabemos la fecha exacta de su nacimiento- fue encarcelado en Seúl por los enemigos de la fe cristiana. Durante su estancia en la cárcel no paró de exhortar a los demás presos para soportar las torturas a que fueron sometidos. Padeció también él enormes sufrimientos, y consumó su martirio por estrangulación.
Fue beatificado en 1925 y canonizado por SS Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, con 102 mártires que rociaron con su sangre Corea. El grupo, conocido como «Santos Andrés Kim Taegön, Pablo Chöng Hasang y ciento tres compañeros, mártires» tiene la celebración común el 20 de septiembre.
Traducido de Santi e Beati, del artículo firmado por Fabio Arduino.