Odilón era todavía muy joven cuando recibió en Cluny el hábito monacal de manos de san Mayolo, quien hizo de él su coadjutor en 991, a pesar de que no tenía sino veintinueve años. A la muerte de san Mayolo, en 994, Odilón tomó las riendas de la gran abadía. Aunque muy austero consigo mismo, Odilón era excepcionalmente amable con cuantos le rodeaban. Acostumbraba decir que prefería pecar por exceso de bondad, que por exceso de severidad. Muchos tacharon de extravagancia su gran liberalidad con los pobres durante la época de hambre del 1006, porque, para venir en su socorro, no tuvo reparo en mandar fundir los vasos y adornos sagrados, ni en vender la corona de oro que san Enrique había regalado a la abadía. Odilón hizo cuatro viajes a Roma. En su visita a Montecasino, su devoción a san Benito le llevó hasta pedir permiso de besar los pies a todos los monjes del monasterio, concesión que obtuvo no sin dificultad.
Bajo el gobierno de san Odilón, aumentó el número de abadías que se sometieron a las costumbres y a la supervisión cluniacense y se perfeccionó la organización y la dependencia de los monasterios subordinados. Las normas variaban de acuerdo con los estatutos particulares de cada monasterio y la distancia de la casa matriz, pero muchos prioratos dependían de Cluny en el estricto sentido de la palabra, de suerte que Cluny nombraba a los superiores. En éste y otros aspectos, se llevó a cabo una modificación de la regla de san Benito; de ahí procede la distinción histórica entre los monjes cluniacenses y los benedictinos.
Las matanzas y devastaciones eran tan comunes en la época, debido a los derechos que reclamaba cada señor feudal de vengar por mano propia las ofensas, que hubo necesidad de crear la llamada «tregua de Dios». En ella se estipulaba, entre otras cosas, que las iglesias podían servir de refugio a todos los hombres, excepto a quienes hubiesen violado la tregua, y que, desde el jueves hasta el domingo por la mañana, ninguno atacaría a sus enemigos. El pacto encontró gran oposición de parte de la casa de Neustria; pero, gracias a los buenos oficios y exhortaciones de san Odilón y de Ricardo, abad de Saint-Vanne, que se encargaron de las negociaciones, la mayoría de las provincias de Francia acabaron por aceptar la «tregua de Dios». El príncipe Casimiro, hijo de Miceslao, rey de Polonia, se retiró a Cluny, donde tomó el hábito y fue ordenado subdiácono. Más tarde, una diputación de nobles le rogó que aceptara la corona. San Odilón presentó el asunto al papa Benedicto IX, quien dispensó a Casimiro de sus votos. Así, pudo éste aceptar el trono en 1041, casarse, tener varios hijos y reinar hasta su muerte, acontecida en 1058.
San Odilón instituyó la conmemoración de todos los fieles difuntos, el 2 de noviembre, como una práctica obligatoria en su comunidad, que debía ofrecer limosnas, oraciones y sacrificios por todas las almas del purgatorio. Igualmente difundió esta práctica de caridad entre los fieles que le rodeaban. Profesaba una gran devoción a la Santísima Virgen y especialmente al misterio de la Encarnación. En una ocasión, cuando sus monjes cantaban el versículo: «Para venir a redimirnos no te rehusaste a tomar carne en el seno de la Virgen», Odilón entró en éxtasis. La mayoría de sus sermones y poemas versan sobre los misterios de nuestra Redención o sobre la Virgen María. Habiendo sufrido con gran paciencia múltiples enfermedades en los últimos cinco años de su vida, Odilón murió en Souvigny, priorato del borbonado, en el desempeño de su cargo de visitador de los monasterios del lugar. Su muerte aconteció el 1 de enero de 1049, cuando contaba ochenta y siete años y había ejercido el cargo de abad durante cincuenta y seis. La víspera, Odilón había conseguido con sus ruegos que le llevaran al oficio divino. Habiendo recibido el viático y la extremaunción, quiso morir sobre un saco cubierto de ceniza.
Ver la vida escrita por su discípulo Jostaldo, editada por los bolandistas y Mabillon. Una parte del texto que falta en dicha edición se encuentra en Neues Archiv (1890), vol. XV, pp. 117 ss. Cf. también E. Sackur, Die Cluniacenser; P. Jardet, Saint Odilon, (1898). Ceillier demuestra contra Basnage que la «Vida de santa Alicia Emperatriz» es obra de san Odilón, así como la «Vida de san Mayolo». Han llegado hasta nosotros algunos poemas y sermones del santo, coleccionados en Migne PL., CXLII. Ver también Neues Archiv (1899), vol. xxiv, pp. 628-735.
Cuadro: Odilón de Cluny, por Francesco Andreani, entre 1730 y 1751, Pinacoteca Comunal de Cesena.